Contrabandos verbales

Contrabandos verbales

En el modernísimo puerto de Cabo Caucedo ha sido “detectado”, dentro de un furgón, un saco lleno de palabras. Las autoridades portuarias sospechan que podría ser un contrabando de “confeti” carnavalesco, en forma silábica o de sopa de letras. El saco lleva impreso, en grandes caracteres, leyendas en varios idiomas: “parole”, “words”, “mots”, “palabras”. Colgado en el borde del recipiente hay un rótulo rojo y negro que dice “muestras sin valor comercial”. El conocimiento de embarque indica que contiene tres mil palabras “en pleno uso de sus propiedades lingüísticas”. Solamente dos palabras están separadas del resto del embarque, acompañadas de los correspondientes certificados de origen.
Son los vocablos “Trilce” y “Annabelle”; el primero fue exportado con el permiso del cementerio de Montparnasse, extraído de la tumba de César Vallejo; el segundo está certificado por el cementerio de Baltimore, procedente del sepulcro de Edgar Allan Poe. Los oficiales de aduanas solicitaron la intervención del Departamento Nacional de Investigación (DNI), para descartar cualquier conspiración “contra la seguridad del Estado”. Los empleados más antiguos, de mayor jerarquía, opinaron que la legislación aduanal no establece ninguna tasa impositiva a las palabras; que lo mejor sería “elevar una consulta” a la Dirección General de Impuestos Internos para “fijar las cargas fiscales y obrar en consecuencia”.
El director de aduanas, después de prolongadas deliberaciones con sus oficiales, aseveró: con la intervención de DNI y la DGII “este departamento tiene cubierta su responsabilidad frente al caso del saco de palabras introducido en el furgón”. No obstante, considero pertinente consultar a la Academia Dominicana de la Lengua, aunque “de manera oficiosa”. No creyó necesario llamar a la Consultoría Jurídica del Poder Ejecutivo.
Un miembro de “la docta corporación” explicó al director de aduanas que en nuestra época las palabras han perdido sus antiguos valores constitutivos; no tienen ya el rigor expresivo de antaño, ni portan igual “contenido de verdad”. Políticos, publicistas, hombres de negocios, han degradado las palabras a meros ruidos articulados, como es el caso de ciertos “raperos” que mascullan canciones asordinadas. Los publicistas han creado “mantras” repetitivos para inducir al consumo. No es cierto que las palabras carezcan de “valor comercial”. Ahora son fonemas o morfemas de significado variable y acomodaticio. (4/14/2013)

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