Contradanza del Metro y el boa constrictor

Contradanza del Metro y el boa constrictor

No acaso en la selva amazónica, pero posiblemente resultado de algún experimento técnico-político-financiero, pudo haberse engendrado en recóndito lugar de la Amazonía, una serpiente de 7 cabezas. La anaconda, con su descomunal tamaño, aprieta y constriñe a su víctima hasta dejarla molida y exangüe. La metáfora sería acaso desproporcionada si no fuera eso lo que muchos sienten respecto al “asunto” del tren subterráneo metropolitano, el Metro. Con su similitud física de red vial, y su parecido administrativo y gerencial, y como obra compleja e intrincada, en los diversos aspectos de su construcción y financiamiento, que ha provocado más discusión y confusión que un enredo de culebras, tanto en la adjudicación de la obra, como por la escasa transparencia con que se ha manejado. Sin necesariamente referirse a su idoneidad como solución de transporte, ni a su prioridad real o supuesta, no debe soslayarse que pocas voces autorizadas en dicho tema han sido favorables a su realización. En cambio,  muchísimas se han levantado reclamando una clara rendición de cuentas sobre sus adjudicaciones y ejecuciones.

Ahora que varios funcionarios han “pre-anunciado” una tercera etapa, cual no ha sido aún debatida por la opinión pública ni la de expertos, resulta de interés ciudadano que el Metro 3, en caso de que el gobierno decida llevarlo a cabo, sea nueva vez confiada su administración o ejecución  a los mismos actores; sin que antes se haya transparentado la ejecución de las etapas anteriores, o sin la supervisión de, por lo menos, un fideicomiso no cuestionable.

Pero más que la idoneidad de la obra y la calidad técnica de su ejecución, o su costo financiero  y de oportunidad, lo que más se debe cuidar es que el gobierno no pusiese en peligro de erosionarse la excelente aceptación que ha obtenido de la ciudadanía, tan beneficiosa para el país. Por precisamente haber estado dando muestras razonablemente convincentes durante su primer año de ejercicio, de manejar con un mayor cuidado los fondos públicos; teniendo, además,  la delicadeza y hasta la ternura, de ahorrar con diligencia apreciables sumas, para dedicarlas a los sectores de la sociedad más de descuidados y postergados; principalmente  en pequeñas comunidades rurales del Sur, actuación que todos aplauden, también esperando que esa labor justiciera los alcance.

 No es el Metro lo que más importa, ni sus ejecutantes, sino la legitimidad del gobierno.

Tan necesaria como en cierto sentido precaria, como puede serlo aún para gobernantes de democracias más prósperas del continente.

Siendo muy niño no comprendía cómo era posible que una culebra atrapara a una gallina, siendo ave tan ruidosa, con patas ágiles y fuertes aletones con los que fácilmente burlaba a sus perseguidores.

 Los ancianos explicaban que las culebras pueden hipnotizar a sus víctimas con su aliento y paralizarlas, (“vajearlas”, decían los campesinos). Después nos daba pena  e impotencia verla encumbrada en las altas ramas, inalcanzable: la culebra, con el vientre abultado, tranquila, siestando su jartura.  Abajo, las pobres gentes y todo el gallinero la contemplaban silentes, sabiendo que la pérfida…pronto volvería por más.

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