Contradicción

Contradicción

Alguna vez en nuestra vida republicana tendremos que cotejar el discurso con las realizaciones. Alguna vez tendremos que caer en la cuenta de que al afirmar que el conocimiento es el precursor del progreso de los pueblos, estamos automáticamente obligados a aportar la inversión suficiente para hacer que el conocimiento llegue al mayor número posible de ciudadanos.

No puede ser que nuestro discurso sea la antítesis de la práctica, hasta tal extremo que nuestra inversión en educación continúa siendo de las más bajas y que nuestra enseñanza sea de las peores de la región.

Acción para la Educación Básica (EDUCA) afirma que la brecha entre nosotros y los países con educación adecuada continúa en crecimiento y, de ser así, estaríamos ante el hecho de que, o nos hemos estancado o hemos retrocedido en materia de inversión para la preparación de nuestros ciudadanos.

Un aspecto revelador de nuestra situación es que cada año, al inicio del período escolar, nos encontramos con planteles que han quedado sin reparar, sin ser puestos en condiciones de alojar como Dios manda a estudiantes y profesores.

No puede ser que hayamos agotado un Plan Decenal de educación y que a estas alturas sigamos teniendo problemas de bajo aprovechamiento, de insuficiencia en cuanto a número de horas de clase y de baja calidad docente.

Definitivamente, tenemos que emparejar el discurso con la práctica y darle a la educación el valor necesario para que pueda ser un verdadero multiplicador de conocimiento y precursor del progreso.

Debemos revertir las estadísticas que nos sitúan entre los países que menos invierten en educación, que menos recursos destina al progreso.

Revelador

Un estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas sostiene que un 80% del total de los emigrantes dominicanos corresponde al sexo femenino, y de este resultado se pueden hacer diversas deducciones.

Una conclusión podría ser que las mujeres serían más emprendedoras que los hombres, lo cual podría ser apuntalado en el hecho de que en las matrículas de nuestras universidades hay más mujeres que hombres.

Pero otra conjetura podría llevarnos a la conclusión de que esta proporción tan alta de emigrantes del sexo femenino obedecería a las desventajas que tiene la mujer frente al hombre en el mercado de oportunidades de trabajo y crecimiento humano. Nuevamente, como en el caso anterior, esta deducción encontraría respaldo en el hecho de que nuestra nómina laboral tiene un número mucho mayor de hombres que de mujeres.

Al azar, para apuntalar lo anterior, podríamos tomar como parámetro el concepto excluyente con que manejan los partidos políticos la distribución de las oportunidades para candidaturas a puestos electivos. ¿Será la exclusión y la discriminación de género la causa de ese alto éxodo de mujeres?

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