Contradicción

Contradicción

Recuerdo aquella conversación que sosteníamos un grupo de jóvenes acerca de nuestras preferencias gastronómicas.

Y cuando se llegó al renglón de las carnes, la mayoría se inclinó por la de cerdo, pero no faltaron quienes consideraron que la más sana y sabrosa era la de pollo.

– La carne de puerco es la más sabrosa, sobre todo asada – dijo uno de los contertulios, relamiéndose los labios, como si degustara una ración de ese producto alimenticio.

– ¿Y qué me dicen ustedes de un pedazo de un buen chicharrón? – añadió otro a quien aparentemente la ingestión de la citada carne dura y salada le había engrosado considerablemente la panza.

– Pero mezclado con plátanos es que resulta agradabilísimo al paladar un chicharroncito. Es lo que se conoce en el paraíso gourmet con el nombre de mofongo – manifestó un participante cuya esmirriada anatomía contrastaba con su apología mofongólatra.

-No olviden, señores, que aquí hay devotos del pollo, del pavo, y hasta del conejo, y no solamente quienes degustan la sin lugar a dudas sabrosísima carne del asquerosón puerquito – manifestó uno cuyos más de seis pies de estatura le habían ganado el sobrenombre de palo de luz.

– El pollo es un animal difícil de comer- dijo el lacónico del grupo, al que había que sacarle las palabras de la boca con cucharas – y prueba irrefutable de ello es que no se puede comer con tenedor y cuchillo; hasta en las recepciones de hoteles de lujo hay que coger sus piezas con las manos.

Todos permanecimos en silencio, sorprendidos por la exposición de un hombre que se caracterizaba por su parquedad de palabras.

-Quisiera que alguno mencionara algo más exasperante en materia de comida que entrarle al cocote de un pollo; aquello es lo de mucho buscar y escaso encontrar. Más de una vez le he dado un estrellón a un cocote resbaloso de esa fuñía ave – continuó refunfuñando el generalmente silencioso jovenzuelo – odio la escasez de carne de ese cocote, la odio.

Con el transcurso del tiempo se fue extendiendo el rumor de que el avaro del habla tenía devaneos contra madre natura, y un día de abundancia de tragos etílicos, salió de la clandestinidad más “partido” que un bizcocho.  Sus amigos lo bautizaron con el mote de El contradictorio, señalando que en su vertiente gastronómica odiaba la carne de cocote, pero como cundango, disfrutaba de ella.

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