Hoy más que antes, sectores de la ciudadanía se muestran a la defensiva y en actitud crítica hacia el ejercicio de la política y el discurrir del poder. La realidad socio-económica, que a la mayoría no satisface, es vista como el resultado en buena medida de una forma de hacer política y administrar la Cosa Pública con cierto desprecio a la eficiencia y las prioridades y urgencias de la nación. Se ha perdido confianza en los partidos a través de una generalización derivada del comportamiento negativo de muchos entes de la política que han tratado al Estado como botín, con notables actitudes de ambición de riqueza y de cargos. Mucho clientelismo y poca ética.
Frente a este balance ha crecido el sentido de afiliación de los ciudadanos para defender sus propios y legítimos intereses contra los riesgos que provengan de un súper Estado. Proliferan las organizaciones de sectores empresariales y profesionales, de diversidad gremial y objetivos sectoriales así como movimientos de propósitos políticos sin aspiración al poder; con preocupación por la institucionalidad y la justicia, por la transparencia en la administración pública, el respeto a los derechos humanos, protección del medio ambiente y aquellas emergentes de jóvenes preocupados por el destino del país. No parece primar interés de sustituir a los partidos políticos sino el de lograr que se autocritiquen y sintonicen mejor con la sociedad a la que deben representar y servir.
Entre las copas y los accidentes
Conducir vehículos bajo efectos del alcohol tiene muy poca restricción en República Dominicana. Las autoridades, que no aplican ninguna vigilancia sobre los excesos etílicos de conductores, actúan como si beber y manejar al mismo tiempo fuera un derecho humano: Y más: ningún mecanismo de aplicación regular establece en el acto si quienes participan en accidentes llevaban algún grado de alcohol en la sangre. Es posible que esta tolerancia a excesos tan dañinos sea única en América Latina.
Los accidentes viales están entre las principales causas de muerte aquí. La embriaguez tiene mucha aceptación cultural en nuestro medio y algunos ensayos del pasado para tratar de meter en cintura a los automovilistas fracasaron con una mal disimulada satisfacción de los numerosos partidarios de la libertad de beber que pueblan nuestras calles. La falta de voluntad a nivel oficial garantiza que todo seguirá igual o peor con muchas tragedias en el tránsito.