Contradicciones en la promoción de valores

Contradicciones en la promoción de valores

En el artículo de la semana pasada planteamos las contradicciones existentes entre la promoción de valores desde el discurso y la práctica de valores que se promueven desde el modelaje social.

La responsabilidad.

Llama la atención que se plantee la enseñanza de la responsabilidad desde el discurso cuando la sociedad dominicana desde sus estamentos de poder y desde sus instituciones promueven la irresponsabilidad  y no sancionan las botellas, las nominillas ni la corrupción.

En las pasadas elecciones se produjeron hechos graves y tangibles de venta y compra de votos. Observamos personas que compraron y vendieron votos frente a las mesas electorales y este hecho denunciado por Participación Ciudadana y los delegados de la OEA no supuso ninguna sanción ni medida de parte de la Junta Central Electoral; pasó desapercibido. Por el contrario, la Junta Central Electoral pasada fue premiada por el Poder Legislativo al reelegir parte de su membresía.

Otro ejemplo es la declaración reciente del Presidente Fernández de que la corrupción es un hecho de individuos aislados que se genera en la familia.  Se supone que la Presidencia es la responsable del control y supervisión de los funcionarios y de sancionar sus actos de corrupción. Sin embargo, en sus seis años de reciente gestión no ha tomado ninguna medida ante las denuncias continuas sino que se “lava las manos” y le entrega esa responsabilidad a la familia.

Paz.

La sociedad dominicana es una sociedad violenta. La violencia se plasma en la cotidianidad desde los hogares, la escuela, las relaciones vecinales, las actividades políticas y desde el poder. Cada vez más se incrementa el porte y comercio de armas y con ello se incrementa la violencia.

Los feminicidios es uno de los principales delitos que se cometen en la sociedad dominicana;  sin embargo se refuerza continuamente la cultura patriarcal de dominio del hombre sobre la mujer desde las instituciones religiosas y desde los estamentos de poder, cuando esta cultura es la que sustenta la violencia de género. Lo mismo ocurre con la violencia contra los niños y niñas desde la familia y desde la escuela. La sociedad legitima “las pelas” como método de corrección tanto en el hogar como en la escuela, y la visibilización de esta realidad fue deslegitimada por el Ministerio de Educación que la desconoce y califica como hechos aislados (como el Presidente con la corrupción). Una sociedad que fomenta la “mano dura” como corrección de conductas para el código del menor, promueve la violencia.

La erradicación de estas prácticas y de la incoherencia entre discurso-práctica es la mejor promoción de valores. No necesitamos campañas.

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