Contrapunto entre un argentino y un alemán

Contrapunto entre un argentino y un alemán

En un artículo de André Malraux encontré una clave  importante para entender la sicología de los porteños, que es como llaman el resto de los argentinos a los bonaerenses.  Los de Buenos Aires siempre me han parecido simpáticos, especialmente, porque mis padres y mi tío Moro, desde niño me aficionaron al tango y a Gardel. Y más que petulancia, sus declaraciones arrogantes, el pavonearse de sus cosas, me parecen humoradas inocentes, casi infantiles.

Si no fuese que con frecuencia son exageraciones ingeniosas, aunque fácilmente rebatibles, especialmente, porque la Argentina ha venido de desgracia en tragedia, de dictadura en bancarrota; y a no ser por la belleza de su paisaje, por Borges y Maradona, su bife de chorizo y su excelente Malbec, y la bella poesía del folklore  de Salta y Tucumán, no quedaría mucho de qué darse tanto bombo. Pero Malraux desenreda el acertijo: “Buenos Aires es la capital de un imperio que nunca se realizó”.

Eso dijo, y se entiende de inmediato que toda esa fanfarria es el producto de un etnos frustrado, de una descarga chauvinista que no encontró su objetivo; auto compensado con un ego hipertrofiado, como nos sucede a muchos con nuestros orgullos personales y colectivos con bastante frecuencia; al punto en que vivimos esclavizados por un “tirano argentino” que todos llevamos dentro: el ego, el yo que organiza nuestra  personalidad, que somete y administra nuestros instintos y nos defiende de  las excesivas demandas de los demás; pero que a menudo se sobre actúa y sobre valora, especialmente, cuando alguien nos frustra o nos hace sufrir.

Hay otros pueblos que habiendo tenido grandes planes se han frustrado seriamente. Entre muchos, se destaca la verbosidad de los cubanos emigrados, quienes suelen exagerar sus ascendencias y sus tenencias en Cuba antes de la Revolución.

Es conocido el sionismo de sectores judíos desde los tiempos de David, el cual se potencializa cuando han sido amenazados, perseguidos y exterminados.

Sin duda, esas etnias han alcanzado logros extraordinarios y  han mostrado una capacidad de supervivencia no común.

El caso del imperialismo alemán no solo acarreó desgracia y frustración al pueblo, sino que en gran medida lo ha obligado a una terapia de perdón y arrepentimiento que ha producido, en muchos casos, una suerte de amnesia, tan notoria y exagerada, que ha llevado a insinuar la posibilidad de que los grandes crímenes del Régimen Nazi nunca ocurrieron.

Siendo así, que en vez de un corazón lleno de amnistía, muchos se han acogido a una especie de Alzhéimer.

Son fenómenos humanos a los que nadie es totalmente ajeno.

De hecho, muchos nos pasamos las etapas de juventud, poder y auto realización montados sobre nuestros egos; inmisericordes, carentes de piedad y miramientos, para luego llegar a una vejez en la que solo nos apacigua el arrepentimiento y nos calma el olvido, o el Alzhéimer. Una vida entre el tirano argentino que todos llevamos dentro, y el irresponsable alemán, cuyo nombre no podemos luego recordar.

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