Contratistas de la muerte

Contratistas de la muerte

Desde que se inició este mes de abril de 2004 las agencias internacionales de prensa han estado informando ampliamente cómo cuatro «contratistas civiles» norteamericanos fueron asesinados, colgados y quemados en un puente sobre el río Éufrates en Bagdad.

Era evidente que la prensa trataba de provocar un sentimiento de repudio y asco por los iraquíes que habían agredido a un personal no militar que apenas cumplía un contrato de trabajo en un país en guerra. Sin embargo, cuando el polvo del sensacionalismo se asentó, la realidad de lo ocurrido empezó a emerger.

Lo más notorio de este sangriento incidente es que los llamados «contratistas civiles» no eran otra cosa que «soldiers of fortune», lo que en lenguaje llano quiere decir mercenarios. No eran maestros de obra, ni ingenieros, ni albañiles que son profesiones y oficios con las que relacionamos la palabra contratista. Dichas personas trabajaban para la Blackwater Security Consulting Company, la empresa que también tiene a su cargo la protección personal del moderno califa Paul Bremer. Eran hombres de armas tomar y usar que están en Irak para realizar dos funciones fundamentales: una, la de actuar como guarda espaldas de los funcionarios civiles de ocupación militar y, otra, la de hacer parte del trabajo sucio que a las tropas norteamericanas les está vedado. Esos matones a sueldo no tienen, como los militares, unas reglas de confrontación (rules of engagement) por lo que han llegado a convertirse en verdaderos «cowboys» del Oeste norteamericano en Irak. Así, esa emboscada en Bagdad y el enorme despliegue de la prensa han resultado ser un «tiro por la culata» puesto que ha evidenciado otro aspecto negativo de esa invasión militar.

Viendo como están las cosas luego de dos semanas de aquel sangriento incidente, resulta que las tropas extranjeras más abundantes, luego de las estadounidenses, no son las de Gran Bretaña ni las de España. Para sorpresa general se ha evidenciado que los «contratistas militares privados», vale decir los mercenarios, representan uno de cada diez soldados invasores en territorio iraquí ya que sobrepasan los diez mil hombres en armas. Estos soldados caza fortunas han sido reclutados en Estados Unidos, Sudáfrica, Irlanda del Norte y en Chile entre los antiguos miembros de las tropas especiales que cometieron las mayores atrocidades en años pasados. Ellos formaban parte de los grupos paramilitares de la ultraderecha que perseguían y aniquilaban a los defensores de la democracia en diversas partes del mundo. Los periódicos «The Guardian» y «The Independent» de Gran Bretaña publicaron que los salarios de esos mercenarios rondan, como promedio, los mil dólares norteamericanos por cada día de operaciones en el teatro de guerra.

Como norma, cuando alguno de estos mercenarios muere en Irak (y ya han muerto muchos) no es incluido en el conteo de bajas de los ocupantes. Reconocer este horrible aspecto de la guerra sucia sería admitir que toda la agresión contra el pueblo iraquí es un gran negocio del grupo de la Casa Blanca norteamericana. Sin embargo, la reiteración de este tipo de incidentes ha puesto al descubierto que entre los mercenarios caídos en Irak estaba Francis Strydow, un sudafricano, notorio miembro del grupo paramilitar Koe voet, sindicado como autor de numerosos asesinatos de luchadores contra el «apartheid». Otro soldado caza fortunas muerto allí fue Deon Gowes, miembro de la policía secreta sudafricana quien fue el autor de crímenes de 60 activistas contra el racismo. Y así continúa la lista con Derek William Adgey, un ex soldado británico quien purgó larga condena de cárcel en Inglaterra por las atrocidades cometidas en el Ulster, en Irlanda del Norte. Evidentemente, estos mercenarios han sido seleccionados cuidadosamente para llevar hasta el Oriente Medio a la hez de la raza humana.

Ante esta situación uno tiende a preguntarse: ¿por qué contratar mercenarios en vez de utilizar más tropas regulares en las tareas de protección de funcionarios y la salvaguarda de instalaciones gubernamentales? Evidentemente, porque alguien debe hacer el trabajo más sucio de la guerra mientras se mantiene fuera del alcance las leyes internacionales que condenan los crímenes contra la humanidad. Por otra parte, los gastos en seguridad realizados para remunerar a estos caza fortunas están siendo extraídos de las ayudas humanitarias para Irak por lo que el daño se hace doble. A esta fecha los gastos en mercenarios van por 278 millones de libras esterlinas, equivalentes a más de 487 millones de dólares americanos. Evidentemente, esta agresión ha sido un gran negocio para Los Vulcanos, el gabinete de guerra del presidente George W. Bush, aunque la realidad iraquí esté evidenciando cada día los verdaderos fines de la invasión militar contra Irak, de la cual el gobierno de República Dominicana es cómplice.

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