Contravención

Contravención

Es sábado. El sol matutino amenaza con una cálida mañana. Junto al nivel de ingreso al elevado que pasa por encima de la avenida de los Próceres, un agente bosteza. El reloj marca las ocho y quince minutos en la venturosa mañana. Ingreso al elevado por el carril derecho, y justo a mi derecha, entre la baranda sur y nosotros, lo hace un motociclista. El policía, un agente de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), no se molesta en detenerlo. Y me digo: debido a esta conducta del agente, los dominicanos desacatamos la ley.

Porque este caso, si desean calificarlo al igual que lo hacemos, es insignificante. Más no tanto. En realidad refleja una secular conducta en todos los integrantes de la comunidad política. Porque de igual modo en que lo hemos contemplado en esta mañana sabatina, actuamos desde los días en que se fundaba la colonia de la Hispaniola en la isla Babeque, Bohío, Quisqueya o Haití. Lo ocurrido no es, ni más ni menos, que la reproducción cotidiana de lo que hemos hecho desde aquellos días.

¿Por qué, en consecuencia, gastarnos –tiempo, recursos, esfuerzos mentales en copiar simulacros ajenos de orden y concierto social, estructuras gubernativas- en hacer normas jurídicas? ¿No seríamos más felices y sufriríamos menos tensión si, en ausencia de las leyes, cada quien hiciese lo que le viene en ganas? Después de todo, lo hacemos, pero tenemos que estar pendientes si, en este sábado, toca detener a motociclistas que se suben a los elevados. Porque esas normas –leyes, decretos, reglamentos- se aplican por día. Eso genera tensión que podríamos eliminar, derogándolo todo.

Por cierto, debo decirles para completar el relato, que los motociclistas, de una empresa privada de seguridad, bajaron sin contratiempos. En el siguiente elevado, que cae poco antes de la avenida Máximo Gómez, frente al Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, varios agentes de AMET esperaban motociclistas que desacatan la disposición administrativa que les prohíbe circular por estos puentes secos.

¡Tocaba detención de motociclistas que contravienen la disposición! me dije. ¿Qué había ocurrido? Lo que ha pasado siempre, desde los días en que, preocupado aunque satisfecho por la ayuda recibida, don Cristóbal Colón bajó en la tierra en que días más tarde se levantaría el Fuerte de la Navidad. Sentados uno frente al otro, don Cristóbal y Guacanagarix conversaban por señas. Pactaban, gracias a que no se entendían, la génesis de un pueblo en donde nadie respetaría la ley. Porque la autoridad es la primera que la burla. Y nosotros marchamos detrás, emulándola.

Esta historia, como les dije al comenzar a escribir, es sabatina. Pero ustedes pueden contarla cualquier otro día de la semana.

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