MILLIZEN URIBE
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¿Cuántas veces se ha comido un chocolatico para alegrarse el día, una sopita caliente para sentirse mejor o un tececito para calmar la ansiedad? Muchas, ¿no?
Esto se debe a la relación directa que existe entre los alimentos y las emociones, la cual condiciona la ingesta alimentaria al estado emocional en que la persona se encuentra.
Así, es probable que si está alegre sienta deseos de comer mucho pero, por el contrario, no le apetezca nada cuando se siente triste o enojado.
Muy frecuente. Recurrir a la comida para sentirnos mejor en los momentos de frustraciones, ansiedad, aburrimiento o soledad es un comportamiento muy frecuente.
Así lo señala el doctor Luis de la Vega Alfaro, experto en nutrición y medicina biológica, quien afirma que la ingesta de alimentos constituye un proceso de comunicación con profundos significados emocionales.
Las emociones son sentimientos que producen impulsos automáticos. Cada tipo de emoción influye en los órganos, en las células y en todo el cuerpo, indica el experto español.
Dicho proceso, agrega el galeno, inicia durante el primer año de vida, cuando la primera relación de afecto es la que se desarrolla entre el bebé y quienes le alimentan, relación básica que perdurará durante toda la vida. De ahí que sea común ver cómo algunos niños utilizan la comida para oponerse al control paterno y marcar su independencia. Comer o no comer llega a establecerse como fuente de poder o como la única forma en la que se pueden expresar emociones totalmente normales como el enfado o la ira.
Emociones y alimentos. Atendiendo a la relación entre las emociones y los alimentos, el consumo de comida salada se asocia con los deseos compulsivos y la ansiedad.
Biológicamente, esto se debe a que la sal estimula el riñón y la vejiga, y su exceso puede afectar al corazón, causando nerviosismo.
En el caso de los alimentos dulces, la apetencia por ellos se asocia con la preocupación. Esto porque el azúcar, en condiciones moderadas, tiene un efecto calmante ante la inquietud.
Además beneficia energéticamente al bazo y al estómago, cuya debilidad causaría depresión o ansiedad.
Por otra parte, los alimentos picantes excitan y estimulan las sensaciones corporales. Pero consumirlos en exceso provoca enojo e ira.
CONSEJOS
¿Come cuando no tiene hambre?
Anote a diario lo que coma para saber exactamente qué, cuánto y cuándo come y qué condiciones emocionales o qué tipo de situación ha desencadenado sus ansias de comer. Ser consciente de los motivos puede ayudarle a hacerles frente.
¿Se le antoja algún alimento en particular?
La próxima vez que note ese deseo resista y se le pasarán las ganas. Elabore una lista de actividades que distraigan su atención y le ayuden a superar ese momento como llamar un amigo o salir a caminar.
LAS CLAVES
1. Para la agresividad
Convierta la agresividad en dinamismo aumentando el consumo de verduras verdes y frescas. La irritabilidad y la violencia están relacionadas con el hígado y la vesícula biliar, órganos que si están en equilibrio aportan un alto grado de vitalidad y tolerancia.
2. Para los nervios
Sustituya el nerviosismo por el buen humor consumiendo frutas frescas, verduras, maíz y cereales integrales. Éstos se relacionan con el corazón, por lo que la limpieza de la sangre se traduce en emociones positivas como la alegría y la gratitud.
3. Para la angustia
Cambie la angustia por la creatividad consumiendo alimentos ricos en glucosa de absorción lenta como las zanahorias, las cebollas, los repollos o las calabazas.
4. Para la autoestima
Disminuya el consumo de productos cárnicos y coma algas, trigo, soya y cereales, alimentos que fortalecen el riñón, cuya debilidad es el origen de nuestros miedos.