Control fronterizo

Control fronterizo

Un defecto que ha sido recurrente en la República es la falta de continuidad en las funciones del Estado. Aquí vivimos diciendo, y con fundamento, que “escobita nueva barre bien”, que es lo mismo que afirmar que el efectivo cumplimiento del deber por parte de individuos y organismos es una situación transitoria.

Que tan pronto dejan de ser novedades, los mecanismos  y los individuos caen en incumplimientos y fallas  .

Los relevos en el poder suelen significar el principio y el fin de ejecutorias; y los que llegan  a funciones públicas acostumbran a aparecerse con una cartilla nueva y con variaciones de estilo y preferencias, aunque haya áreas de la administración que estén marchando con normalidad.

Esta reflexión viene al caso porque el Estado  ha estrenado una “guardia” diferenciada de la tradicional. Hablamos del flamante “Cuerpo Especializado Fronterizo” (Cesfront).

Por primera vez el país cumple  el objetivo de establecer un sistema de protección a sus límites geopolíticos que esté dotado  de un personal entrenado exclusivamente para esos fines.

Con estrategias, tácticas, metas y equipos específicos escogidos después de un estudio cuidadoso en el que participaron asesores de Estados Unidos que vieron a fondo las tradicionales vulnerabilidades de la frontera domínico-haitiana.

Todos sabemos que la porosidad de la línea que divide ambos estados de la isla es tremendamente perjudicial, no solo para los intereses nacionales, sino también para otros que les son conexos y atendibles.

El hecho de que esa guardia haya dado sus primeros pasos con resultados favorables constituye un hecho  alentador.

La voluntad y propósito de las autoridades, secundadas por  la nación en pleno, deben ser  indoblegables. La protección fronteriza tiene que quedar al margen de viejas distorsiones. Presérvense los estándares de calidad a través del tiempo.

II

 No quiere esto decir que los intercambios de todo género que se practiquen con respeto a las leyes de ambos países y a los acuerdos internacionales vayan a ser torpemente  obstaculizados.

 El comercio, desde República Dominicana hacia Haití, no solo debe continuar; incluso es necesario que marche hacia el crecimiento.

Álgunas áreas de producción locales dejarían de ser rentables si perdieran acceso a los consumidores haitianos. Ellos constituyen uno  de los tres principales mercados externos de República Dominicana.

La frontera misma es un largo mercado; fuente de vida para la más deprimida región del país, en lo industrial, agrícola y  en densidad de población. En lo único que no puede transigirse es en que todo intercambio por la zona debe ser transparente  y sometido a las reglas que de ordinario imperan en cualquier ámbito limítofre del mundo.

Es imprescindible también que el fortalecimiento de los controles no impida ni desaliente la ejecución de programas de desarrollo comunitario que reciben apoyo internacional.

Un buen cuerpo de seguridad no sería aquel que divida más a los países sino el que facilite las comunicaciones sin aceptar  que desborden la legalidad.

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