Control militar de la foresta

Control militar de la foresta

El Ejército ha comprobado, mediante vigilancia aérea, la gravedad de la explotación boscosa en zonas cercanas a la frontera. En dos semanas, patrullas militares han decomisado más de mil sacos de carbón, fruto de esa depredación forestal. Estas comprobaciones oficiales contradicen declaraciones, también oficiales por cierto, que pretenden presentar estos desmontes como parte de un plan de manejo forestal. También quedan en entredicho los alegados controles sobre la extracción de materiales de los ríos.
Hay que tomar medidas drásticas para proteger la foresta y las cuencas hidrográficas. No podemos seguir bajo el engaño de que los bosques aumentan cuando en realidad sucumben ante la tala indiscriminada para producir carbón. A diferencia de lo comprobado por el Ejército, nada demuestra que esa explotación corresponde a un plan de manejo forestal, y no son creíbles las afirmaciones sobre control de la explotación de los cauces de los ríos.
Bajo el actual régimen de explotación irracional, lo que procedería es imponer control y protección militar sobre los recursos forestales. Nuestra condición de país que está entre los más vulnerables ante los cambios climáticos por el calentamiento global, nos obliga a ser más enérgicos y persistentes en la protección del medio ambiente que nos garantiza la existencia.

Signos de nuestro atraso

Un proceso común y elemental de la democracia es suficiente para crear en este país expectativas dramáticas, de posibilidad de brotes de irracionalidad y violencia. La elección de los bufetes directivos de los gobiernos municipales debería ser un certamen festivo, una competencia civilizada para la que no son necesarias, en absoluto, las armas de cualquier especie ni la agresividad.
Nuestro comportamiento en esta materia desnuda un primitivismo rampante, en el que muchos individuos no asimilan la dialéctica de sucesión en las posiciones de mando, y la puja por las jerarquías definidas por la democracia parece fundamentada en la misma filosofía de los duelos de antaño, en los que la fuerza y la brutalidad eran los factores de éxito. Ese primitivismo ya no cabe en estos tiempos.

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