Controlar las armas pero mucho más a quienes las manipulan

Controlar las armas pero mucho más a quienes las manipulan

Desde la muerte del tirano, en 1961, muchas personas con conciencia política o amantes de la libertad, partiendo de que había que romper con el privilegio de que las armas solo estuvieran en manos de los afectos al régimen despótico y de los calieses, buscamos la forma de poseer un revolver, una pistola o una escopeta. Profesionales, comerciantes y estudiantes. De izquierda, socialcristianos y otras corrientes de pensamiento. Algunos por esnobismo y otros como instrumento de defensa

En 1962, producto de los enfrentamientos entre grupos estudiantiles, nos apodaron los “socialpistolas”, pero aquellas luchas eran más ideológicas que de otra índole. Compartíamos salones de clases, convivíamos en los mismos barrios y en los mismos lugares de esparcimiento. Las diferencias sociales no eran tan grandes. No había tanto afán de lucro. Nuestros padres eran respetados por unos y otros. Había consideración.

De esa generación, incluyendo los combatientes constitucionalistas, la mayoría estamos activos y rondando los 70 años, unos más que otros, y muchos con armas, pero nadie puede señalarlos envueltos en tiroteos, asaltos, asesinatos o situaciones de escándalos.

Probablemente alguno haya sido víctima de un atropello, pero no por la posesión de un arma, porque para nuestra generación, salvo acciones infantiles de alguno para pavonearse enseñándola, no significaba mayor peligro; al contrario, significan una especie de resguardo.

Hace un tiempo, las peticiones que más se le hacían a los políticos cuando accedían al poder era un arma, con permiso o formulario.

Y hemos tenido presidentes que como muestra de amistad o agradecimiento regalaban armas, porque de alguna forma llegaron a significar un privilegio en un país que durante tanto tiempo estuvo sometido a un régimen dictatorial en el que los civiles, desafectos o no confiables para los que detentaban el poder, les era impedido poseer una. Pero ahora, cualquier persona tiene acceso a un arma. Por vía legal o ilegal. Adquirida, regalada, robada o contrabandeada.

La diferencia entre antes y ahora está en la formación hogareña y educativa. En los principios con que fuimos alimentados, puesto que nos criaron con un marco de conducción ético-moral muy estricto. Nos inculcaron respeto, consideración, amor. Crecimos con valores diferentes a los que se promueven hoy día. Como se han ampliado los patrones de conducta, la unidad familiar se ha desintegrado, la educación ha mermado y las drogas proliferan, el resultado final ha sido la descomposición social.

Pero al mismo tiempo, como el consumismo y el llamado progreso promueven cosas que a los más necesitados se les hacen difíciles adquirir, y muchos de dudosa reputación son aceptados en las cúpulas sociales, políticas y económicas, si para progresar hay que usar armas, algunos no dudarán en hacerlo.
Pero Navidad y Año Nuevo son un buen momento para comenzar a realimentar las buenas costumbres. Para estimular la educación e integración familiar. Promover el amor, el respeto, el cristianismo. La gente imita lo malo y también lo bueno. Porque más que de las armas, el problema lo representan quienes las manipulan.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas