Es conveniente, necesario y urgente un diálogo entre Haití y República Dominicana. De ambas naciones, los regentes gubernamentales, dirigentes religiosos, líderes políticos, administradores de empresas bancarias y comerciales, los eruditos de asuntos legales, los ilustrados académicos, los mayordomos de fincas agrícolas, los ocupados en construcciones, etcétera, deben apoyar y ayudar para propiciar, con urgencia, un diálogo conveniente y necesario para tratar de mitigar el conflicto entre las dos naciones.
En las Sagradas Escrituras y la historia secular, hay múltiples ejemplos de personas de sencillez y sinceridad; pero hay dos figuras que se destacan, de manera sobresaliente, en esas virtudes: Samuel, el hijo de Ana; y Jesús, el hijo de Dios, engendrado en María la Virgen.
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Al mencionar estos destacados personajes, y reflexionar sobre las cualidades que nos han dotado, se entiende que es práctico sugerir una forma para obtener armonía y paz. Es conveniente corresponder a la Santa Voluntad de Dios el misericordioso.
El hecho de pensar y escribir acerca de las personalidades antes mencionadas (Samuel y Jesús), obedece a la necesidad de analizar las capacidades proyectadas en ellos, que son símbolos auténticos de humildad, sencillez y sinceridad.
Esas virtudes se conjugan para ser verdaderos modelos de dignos servidores, y ejemplos de vida para personas y comunidades que están conscientes de su sensibilidad y razón de ser de este mundo.
Ana, mujer ejemplo de dignidad, sacrificó a su hijo Samuel para que sirviera a Dios por toda su vida; y él lo hizo con humildad, sencillez y sinceridad. María, autoproclamada sierva del Altísimo, engendró a Jesús, Salvador y Redentor de los creyentes en su nombre. Jesús fue, sin duda alguna, el máximo exponente de las virtudes más excelentes y del sacrificio más imponderable de humildad, sencillez y sinceridad.
Sugerir un diálogo entre representantes del pueblo de Haití y de la República Dominicana, no parece ser esperado, ni deseado, aunque es oportuno, ahora que existe la urgencia de hablar, frente a frente, con humildad, sencillez y sinceridad.
Rehuir de la necesidad que nos daría conocimiento, entendimiento, colaboración, sosiego, tranquilidad mental, seguridad social y paz, puede ser visto como una forma de postración, falta de valentía y de humildad, bravuconería, fanatismo, indignidad, o sencillamente, carencia de lucidez mental.