Conveniente percepción de incapacidad

Conveniente percepción de incapacidad

CARMEN IMBERT BRUGAL
Cuando las instituciones no existen, el soberano y sus adláteres utilizan el poder para la concesión de prebendas. Auspician la mediocridad a través de favores individuales y así multiplican adhesiones. Cualquier intento para transformar ese estilo perverso de gobernar es detenido. Conviene detenerlo.

La transición dominicana hacia la democracia ha sido pesarosa, plagada de justificaciones. Desde el 1961 hasta la fecha soñamos con el país que queremos pero el que tenemos permanece. No es casual que el Informe Nacional de Desarrollo Humano -INDH- consigne cincuenta años de crecimiento sostenido sin efecto ostensible. El hecho nos ha convertido – afirma el INDH- en una comunidad que se percibe incapaz de transformar su destino. Acepta los privilegios, el clientelismo, el autoritarismo, la impunidad, la ilegalidad.    

¿Cuál parámetro utiliza un conglomerado, con esas características, para evaluar una gestión gubernamental? ¿Le importa a los gobernantes su valoración o actúan concientes de esa característica nacional que les permite hacer y deshacer?

El gobierno se instaló en Palacio con un porcentaje de votos inédito en la historia electoral dominicana. Fue la reacción contra un cuatrienio de desaciertos mayúsculos. El extraordinario apoyo del electorado presagiaba transformaciones notables, necesarias.

El segundo mandato de Leonel Fernández Reyna recibe laureles por aquella anhelada estabilidad de la moneda que hoy abandona una idílica cotización. Se marchitan empero cuando adviene la revisión del estado de derecho, la inseguridad ciudadana, la crisis eléctrica, la salud pública, la educación, el dispendio, las infracciones contra la cosa pública atribuidas a los funcionarios, la complacencia con sujetos del proceso penal, la profusión de discursos contradictorios y promisorios…

A través del tiempo la comparación entre las luces y sombras de los gobiernos pos tiranía termina con el triunfo de las sombras. Sombras cuyo origen la colectividad conoce. La reedición de la competencia obliga, no sólo a cuestionar el proceder de los responsables de la gestión pública, sino también de quienes le asignan la encomienda. Los buenos o malos gobiernos no son obra de Dios.

¿Sabe reaccionar la comunidad cuando no está complacida con las acciones de sus representantes? Entiende que tiene derecho a exigir el cumplimiento de las obligaciones que asumen los encargados del poder ejecutivo, legislativo, judicial,  municipal? 

El país  soñado precisa esfuerzo, persistencia. Se construye eliminando las rémoras que lo  mantienen a la deriva. La calificación de estado fallido enardece, sin embargo, la manera de refutar el aserto ratifica la condición. Mientras perdure la percepción de nuestra incapacidad para transformar la realidad los más avezados actuaran en consonancia. Saben que los electores ratifican sus errores sin mayores exigencias.

Negar los problemas nacionales nada enmienda. Asumir que “siempre ha sido así” permite el avasallamiento para nada. Se supone que las nuevas generaciones deben estar exentas de las vergüenzas que permitieron lamentar los desafueros del pasado y esperar los cambios sin ningún esfuerzo.  Grave es el atraso y el deterioro, el caos, denunciado por el  Presidente de la República. Cyrano de Bergerac disfrutaba la vida, soñaba, pero nunca desconoció el tamaño de su nariz.

La percepción de incapacidad que afecta a la mayoría ha impedido la asunción de compromisos trascendentes. Más allá de  coyunturas y  urgencias. Ha permitido también que los detentadores del poder- político, militar, religioso, empresarial- refieran la posibilidad de un paraíso, sin reparar en el penoso desarrollo dominicano ni en los efectos devastadores que provoca ignorar adónde están los frutos del crecimiento para disfrutarlos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas