No me extraña que el Dr. Jesús Feris Iglesias siga preocupado por la manera dispendiosa en que se manejan los hospitales nuestros. De ahí que recordara una conversación que tuvimos meses atrás y que cita en su artículo del cinco del presente en este mismo periódico.
Hablamos de un proyecto que he intentado mostrar hace tiempo, cuya finalidad consiste en inmunizar los servicios de salud contra la corrupción y el desorden. En otras palabras, un plan para hacerlos eficientes y que cada centavo se invierta en lo que se tiene que invertir, y no en el bienestar de los funcionarios al bate.
El asunto es sencillo, peligroso y complejo. Llegué hasta advertirle, por este medio, que en caso de llegar a ser ministro, y quisiera intentar los correctivos, se enfrentaría a feroces e inescrupulosos enemigos del engranaje que va de los ministerios al Palacio Nacional. De todos es sabido que los grandes cargos son lugares de enriquecimiento, y que los presidentes se hacen el chivo loco para, bien cuerdos, beneficiarse del usufructo, alimentar la boa, y cultivar incondicionales.
Llora ante la presencia de Dios, diría mi madre, ver el presupuesto de salud desangrarse en el despilfarro. Si alguien, alguna vez- quizás ahora-, se atreviera a cuadrar los libros, o a examinar detalladamente los contratos del sector salud, perecería de un ataque de indignación. Claro, si es que tiene dignidad quien lo examine.
El proyecto que mencioné al Dr. Feris Iglesias puede resumirse sin dificultad. Consiste en una superestructura administrativa especializada en gerencia hospitalaria, al servicio de la Presidencia. Independiente, apartidista, y de probada experiencia y capacidad en la especialidad; preferiblemente extranjera. Supervisaría la administración, las compras, los contratos- incluyendo la adquisición de medicamentos y la construcción de hospitales- y adiestraría el personal. Esta especie de supervisores magnos respondería únicamente al ejecutivo, pero trabajarían asistiendo al incumbente de la cartera y a su equipo.
El ahorro resultante sería enorme, las ganancias políticas incalculables, y el legado ético y técnico permanente o-cuidado con nuestra cultura política-, hasta que les den una patada a los expertos y vuelvan los fondos a rellenar los bolsillos de otra pandilla gobernante.
El proyecto parece imposible, romántico, risible. Sin embargo, el Dr. Feris lo tomó en serio, sabiendo que, tarde o temprano, eso se tendrá que hacer para poder brincar la corruptela y detener el desorden gerencial. Sabe también, conocedor del sistema, que el obstáculo mayor no es el técnico, sino el de la voluntad política de los gobernantes, quienes ejercen el poder dejando hacerse y haciéndose.
Fuera del tercer mundo, es inaceptable el pillaje del presupuesto de salud. Los hospitales llevan la administración vigilada por un Consejo de Administración, auditores internos y auditores externos. Los reglamentos y las normativas legales se aplican: los que las violan suelen lamentarlo desde la cárcel.
De todo eso fue lo que conversamos mi colega y yo en la ciudad de Kissimmee, Florida, luego de su esclarecedora conferencia.