Conversación con Plinio Chahín

Conversación con Plinio Chahín

POR CARLOS X.
Ardavín, Trinity University, San Antonio
Plinio Chahín es, sin duda, uno de los poetas dominicanos contemporáneos más destacados y conocidos. Tengo aún fresca la primera vez que nos vimos. Estaba el poeta ensimismado en la lectura de unas fotocopias (lápiz en mano), sentado en la librería Cuesta, mientras yo curioseaba entre los estantes de filosofía e historia.

Me aproximé, pronuncié su sonoro apellido y nos pusimos a conversar. Con motivo de la reciente publicación de su libro ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos (Editora Búho, 2004), me animo a retomar aquella vieja conversación.

– Plinio, comencemos con un viaje a tus comienzos literarios. ¿Cómo descubriste la poesía, y a qué edad y bajo qué circunstancias te diste cuenta de que su cultivo determinaría tu vocación y marcaría tu existencia como escritor?

Nunca he tenido certeza de nada. Empecé a escribir sin saber lo que hacía. Contaba 18 años apenas cuando de repente, una tarde sombría, vino hacia mí una voz fragmentada y convulsa, entonces sin saberlo empecé a escribir.

– Continuemos con el viaje propuesto. ¿Recuerdas el primer libro que leíste? ¿Qué autores nacionales y extranjeros conformaron tu aprendizaje literario?

Soy un lector hedónico. Leo por puro placer. No recuerdo haber leído nada durante ese confuso período. Además yo no deseaba nada. Mis esquicias no buscaban nada. ¿Qué puede hacer uno con un pedazo de tormento, agonía y dolor?

– Naciste en el mítico año de 1959 y publicaste tu primer poemario, Consumación de la carne, en 1986, a los veintisiete años, una edad relativamente tardía en comparación con la precocidad literaria de tus compañeros de generación. ¿Qué te llevó a publicar este libro, cómo fue su gestación y qué repercusión tuvo a nivel de crítica y de lectores?

Repercusión o novedad ninguna. El poema ha sido un desvío y siempre un error. ¿Qué puedo yo esperar de mí, si ni siquiera soy el que soy, ni siquiera sé dónde voy?

Con frecuencia se te incluye dentro de la llamada Generación de los 80, cuya figura más destacada suele considerarse José Mármol. ¿Te sientes a gusto bajo esta denominación? Además, y ya que hemos mencionado el nombre de un amigo común: ¿qué relación intelectual tienes con Mármol y cómo valoras su poesía?

Nada me duele más que generar aporías. El sentido de apropiación simbólica es un ente excluyente. Jochi ya lo sabe, de ahí nace nuestra fecunda y desafiante amistad

– Además del citado Consumación de la carne, has publicado dos libros de poesía, Solemnidades sobre la muerte (1991) y Hechizos de Hybris (1999). Al observar las fecha de publicación de estos libros, noto que tu ritmo de escritura es más bien de lenta elaboración. ¿A qué se debe este hecho?

A una inesencial pereza. ¿Quién soy yo para tachar más de lo que escribo?

– ¿Cómo valoras la poesía dominicana actual? ¿Qué orientaciones primordiales identificas, y cuáles serían en tu opinión los nombres de los poetas más jóvenes cuya obra poética habrá de tenerse en cuenta en el futuro inmediato?

No hay valoración posible. La poesía dominicana no tiene orientación. Su imaginario es un ente vacío.

– ¿Crees que la poesía sigue siendo un “arma cargada de futuro” (Gabriel Celaya dixit)? Es decir, ¿cómo ves la función y el sentido de la poesía en este comienzo del siglo XXI?

¿A qué te refieres cuando hablas de función y de sentido? El texto es una aferencia vacía y un desdichado destino.

– Finalmente, ¿en qué proyectos literarios trabajas en la actualidad?

En ninguno, sólo espero abolirlos todos.

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