La memoria del corazón no deja que nada termine. Y nada termina, ni siquiera con la muerte, al contrario, hay gente que muerta es que más viva está. Nunca es más sentida la presencia de alguien que cuando no está, como ese: “nunca me saludaba, y el día que no vine, entonces pregunta por mí”.
Ya no creo en los finales, ni en las conclusiones, ni en finales felices, ni en los «se retira del mundo de los deportes, cine, espectáculos… ni en los finales finales, tampoco en «el último concierto». Nadie se quiere quedar con lo que le tocó y aceptarlo, no es verdad que pasamos la página, siempre se esconde por ahí algún sentimiento que quiere vengar la insatisfacción, siempre buscamos esa cosita de “yo no me río, pero podría”.
Todo tiene una segunda parte (y sí no la tiene, la provocamos), una tercera, cuarta, quinta y tal vez el tiempo es quien por fuerza mayor nos sentencia a una tregua, a un descanso que sigue respirando recuerdos y pensamientos que continúan allí presenciando nuestra inevitable evolución, permanecen ahí amotinados, como los papelitos de colores que caen en los conciertos que luego quedan en el piso mientras uno que otro se nos enreda en el cabello. Los recuerdos caen y se nos enredan en la memoria del corazón.
Nada termina, porque nada nos define, nos vamos construyendo con los días y mientras saltamos de una contradicción a otra, nos toca elegir a quien salvamos: en una mano apretamos el bien que hacemos y en la otra el miedo, que termina siendo el mal, una de las dos manos tendremos que soltar para poder seguir adelante, y cualquiera de las dos pasará una factura por haberla soltado y otra factura por continuar apretándola, de ninguna forma se gana, de ninguna forma se pierde, sin embargo, basamos nuestra decisión en función de ganancias y pérdidas, porque de verdad hemos sembrado en nuestra cabeza que debemos alcanzar un final feliz.
Tal vez sería interesante ver la vida de otra forma, ¿y sí lo vemos todo como un regalo inmerecido?, ¿y sí nos miramos como afortunados en vez ganadores y perdedores? y en vez de Finales Felices, buscamos Comienzos Agradecidos. “Conversaciones sobre el futuro” para mí es eso “un comienzo agradecido” de alguien como yo, que no soy alguien importante pero sí afortunado porque a pesar de ser 2013 un año duro, difícil, tuve la oportunidad de aprender que no hay certezas, que quien menos te imaginas, puede creer en ti.
Gracias a mi familia, a mi familia de Kráneo, a mis amigos de Tribuaudiovisual, a mis patrocinadores, a Medios Corripio, a mi familia All We Need is LOVE, a mis invitados, por recordarme que todo lo que necesitamos para alcanzar un sueño, en realidad ya lo tenemos, pero a veces, nos distraemos creyendo que no somos suficientes. “Conversaciones sobre el futuro” no ha salvado al mundo y tampoco justifico que no lo haga, todo lo que hacemos debería salvar al mundo de algo, pero “Conversaciones sobre el futuro” sí me hizo crecer, sí me trajo lecciones de humildad, de amor, sí cambió algo y, como todo comienzo agradecido, abrió la puerta para una segunda parte, porque nada se termina, no se puede pedir más en un año que ha hecho todos los intentos para quitarnos el futuro.
¡Namaste!