Conversando con Iván García Guerra

Conversando con Iván García Guerra

CrÍtica Por León David
León: Tu nombre es una leyenda en el ámbito teatral dominicano; y sin embargo creo que tu obra como poeta, narrador y crítico no es suficientmente conocida. ¿cómo explicas ese hecho? ¿podrías hablar un poco de ese aspecto de tu quehacer creador?

Iván: Creo que en mucho la culpa es mía.He sentido que podía aportar a ese arte con el cual tanto me identifico, y eso ha causado que descuide el resto de mi producción.Siento que hay, quizás demasiados poetas, muchos cuentistas y bastantes novelistas (últimamente); pero escritores conscientes para teatro somos muy pocos, aunque han aumentado gracias al trabajo realizado en el campo de la enseñanza.Quizás por eso he obliterado mis trabajos de narrativa, poesía y crítica, entre otras cosas que para mí son sumamente importantes (mi familia, por ejemplo).Pienso que en cierta manera hay un círculo cerrado que cuida celosamente lo que piensa su exclusividad.Cuando localmente se habla de literatura, no se incluye en ella el teatro y, si bien es éste un arte que necesita de la presentación escénica para alcanzar su culminación, no hay duda de que es en sí una pieza literaria tan auténtica como un poema o una novela.Trata tú de recordar cuándo en nuestro país se ha reconocido en el contexto intelectual general la calidad literaria del arte dramático y podrás comprobar lo que digo.Por eso tengo muchas obras durmiendo en la computadora… Pero, quieres saber sobre mis otras «habilidades», y a eso voy.Los hierofantes de la escritura, a los que me referí hace un instante, rigen dictatorialmente las actividades anexas a las exterioridades del éxito y esto limita mucho a los que no sabemos o no queremos vendernos.Un ejemplo: en el 1998 terminé de recopilar una antología de mi narrativa que reúne lo que me interesa que quede de ella desde mis mocedades arriesgadas hasta el 96.Aunque recibí ayuda de Avelino Stanley, en cuanto se refiere a la diagramación de la obra, a pesar de múltiples diligencias aún no he logrado publicarla, por razones económicas y de otra índole.Perdona que no profundice en ellas; pero sería largo, penoso y hasta peligroso hacerlo.Cuando cada periódico tenía suplementos culturales, me fue posible dar a conocer, sin percibir un centavo, por supuesto, algunas de mis creaciones; cuentos y versos, así llamo yo a mis vuelos poéticos, para no cometer el pecado de llamarme poeta; pero eso, como sabes, dejó de ser económicamente rentable para la casi totalidad de los medios de comunicación y se me cerraron las puertas.La crítica la abandoné cuando pusieron cortapisas a mis opiniones, quizás demasiado «avant garde» o simplemente peligrosas para el «stablishment», y solamente las hago cuando alguien me pide prólogos o dentro de mis actividades como charlista…Y la desilusión mermó mi producción en esos aspectos, puede que por aquello que don Juan Bosch nos dijo un día, cuando nuestro grupo literario, El Puño, hacia «pininos»: «Escritor que no publica se consume en su propia salsa».Como consecuencia, de alguna manera, me he vuelto paranoico ¿o médium?: pienso que esta dificultad en dar a conocer ciertos trabajos que tratan de crear conciencia en el pueblo no es nada fortuita, si no que responde a intereses inconfesados pero muy expresos de mantener la ignorancia como una manera que tienen los pudientes de perpetuarse en el poder…Por favor, no me hagas mucho caso.

León: ¿En qué proyectos literarios estás ahora trabajando?

Iván: En los años que me quedan, quisiera poder alejarme un poco del teatro para dedicarme a mis otras aspiraciones: la narrativa, la poesía, la crítica, la enseñanza, la pintura, la escultura y ¿ay, la composición musical!Pero la vida y sus necesidades me siguen empujando a terminar lo que no tiene fin, aunque creo que estoy logrando, de alguna manera, quitarle espacio a la escena.Relacionado con ésta, actualmente estoy enfrascado en la recopilación de datos para la confección de un «Diccionario Enciclopédico del Teatro Dominicano», procurando establecer las verdades del campo, lo que ha hecho cada uno realmente, lo que tenemos en nuestro acerbo, como un aporte a la investigación y a los estudiantes, y también, casi como un homenaje a los héroes y como un «tente ahí» a los farsantes.También, dentro del mismo sector, en su etapa final se encuentran manuales de Actuación, Dirección y Dramaturgia (en espera de dinero)…Y por otro lado, en los momentos libres, si es que los hay, trato de terminar o corregir los tres prospectos de novela que comencé hace ya bastante tiempo…Los versos, los míos, surgen, como siempre, en los momentos en que me enfrento con mis mas internas emociones; cuando las entrañas me reclaman una expansión espiritual o al menos un alivio de la melancolía.

León: ¿Por qué la literatura dominicana no es conocida fuera de nuestras fronteras?¿acaso no posee suficiente calidad?

Iván: No tengo manera de comprobarlo; pero se me ocurre que todo lo que se conoce fuera de nuestras fronteras no es necesariamente lo mejor que aquí se hace.Observo un tanto alarmado e indudablemente entristecido que nuestro arte se ha convertido en un negocio que depende en mucho de la publicidad, del amiguismo, del oportunismo partidista y de otros factores que no tienen que ver con la estética y sus técnicas.En muchos casos es la bazofia lo que se exporta, salvo honrosas excepciones; y como en otros ambientes no son conocidos y mucho menos reconocidos los intereses particulares de los dominicanos, al ser juzgadas las obras de la sensibilidad y el intelecto por sus valores intrínsecos, las nuestras que llegan a sus manos no logran superar las estanterías.Ya se sabe: el éxito perecedero o la moda, depende de un tema de interés circunstancial, y el laurel que coloca en el nivel clasicista de cualquier lugar o época deviene de los parámetros de calidad que han sido fruto de la costumbre bien servida o de la imaginación dosificada.Y todas esas manifestaciones exclusivamente localistas que satisfacen al mal gusto y al «aburramiento» de la decadencia en nuestra sociedad, globalizada en sus deficiencias aunque no en lo que tiene que ver con las virtudes universales que han constituido la verdadera globalización de todos los tiempos, dejan al margen aquellos trabajos que satisfacen el ego o los bolsillos de los comerciantes de opiniones, pero no así la verdadera popularidad o la imperecedera fama.No me cabe duda de que lo casos, que se nos antojan pocos, en los cuales se ha logrado superar la «sectoriedad» mediante el uso adecuado de los grandes temas en las formas en que prima lo correcto sobre la osada y oportunista ignorancia, o sea, cuando hay arte de verdad, los nombres y las obras de los nuestros son conocidas y apreciadas en cualquier lugar o momento…De todas maneras sería necesario y saludable que, como hacen todas las naciones civilizadas, el Estado se ocupara de una verdadera labor de difusión de los auténticos valores dominicanos, por encima de compromisos particulares de cualquier índole.

León: ¿Qué piensas de la escena dominicana contemporánea?

Iván: Como todo lo demás en nuestra sociedad el teatro dominicano ha sido conmovido en sus raíces y en sus frutos por la situación de disolución que nos encierra.En cuanto a los aspectos mecánicos de montaje (escenografía, luces, sonido y otros), hemos ido avanzando y estos son utilizados más que correctamente cuando hay dinero de por medio.En lo que se refiere al fondo y a su consecuente forma, no diría que nos hemos quedado atrás, si no que nos hemos diluido.Está bien tratar de seguir el tempo de lo actual; pero no podemos olvidar que el progreso es consecuencia de un transcurso, y que las innovaciones son alcanzadas como una necesaria superación de lo que se ha desgastado o simplemente ya no satisface la sensibilidad del momento en un lugar determinado. Importar novedades y tratar de posicionarlas sin haber transitado por el proceso que las produjo solo puede engendrar inconsistencias o vacuas monstruosidades. Esto nos afecta mucho: La falta de información, la superficialidad; la ignorancia en fin, entregan a nuestras audiencias experimentos foráneos que no han sido experimentados localmente; transplantes que no son compatibles con el grado devolución natural ni de ellos ni de los receptores, y que producen enfriamiento de afición y un posterior alejamiento de las audiencias que nos empuja hacia el fracaso.¿A quién culpar?…¿A la influencia del telecable o el Internet?…Podría ser; pero mi inclino más a pensar que se debe a la analfabetismo fundamental de los que se consideran artistas porque aprendieron tres cosas, y al desprecio suicida de los valores que han constituido el sendero de nuestra identidad colectiva…Después de todo: ¿por qué pedirle al teatro lo que no está en ninguna otra parte, incluyendo las organizaciones supuestamente dedicadas a la espiritualidad?…

León: ¿Cuál es el tipo de teatro con el que te sientes más identificado?

Iván: En cuanto a la forma no tengo marcadas preferencias.Me complace tanto la mezcla de hieratismo y dinamismo ceremonial de una tragedia griega (Edipo Rey), como la gracia refrescante de una buena comedia (tartufo), el sereno estudio psicológico de un drama formal (La Gaviota) o la enloquecedora hiperactividad de un espectáculo inteligentemente moderno (Marat-Sade).Pero, independientemente del empaque, definitivamente me siento más cómodo, satisfecho y realizado con ese teatro que evoluciona en el universo de la responsabilidad humana, psicológica, social o espiritualmente hablando.Me temo que es un asunto de convicción casi religioso: si Dios nos dio un talento o una habilidad que nos capacita para realizar actos especializados que nos ensalzan, no podemos hacer menos que agradecer esos dones, devolviéndolos graciosamente; haciéndole bien a las criaturas que no gozan de ellos…¡Quizás son locuras mías!

León: ¿Qué es un intelectual? ¿cuál es su función? ¿te incluyes en esa categoría?

La primera de esas tres preguntas podría responderse a la manera de Perogrullo con una enunciación de diccionario: «el que realiza trabajos relacionados con el intelecto»; pero es obvio que buscas más una opinión personal que una definición.Las contestaciones entonces, de ésta, y también de la segunda, están abocetadas en el final de la respuesta anterior: un intelectual es el humano que acepta una responsabilidad; y su función es el acto que se desprende de ella.Pero otra vez estamos en el asunto de fondo y forma: lo anterior sería lo «motivacional», lo interno; pero, ¿cómo deberá ser lo más externo, formal o formativo?… Ha habido casos de escritores o artistas de cualquier disciplina que han alcanzado alturas climáticas de exquisitez sin que mediara una preparación especializada, aunque sí disfrutaran de espiritualidad extraordinaria; pero esos hacedores, casi siempre con un número muy reducido de obras (una en la mayoría de los casos) no satisfacen el currículo con que hemos dotado el termino «intelectual».Según éste, ese ser deberá poseer cultura, y no sólo de la que se adquiere con una vida plena, sino de la que se alcanza con la observación, la lectura y el estudio; deberá tener raciocinio más allá de lo que necesita la cotidianidad; tendrá que conocer a fondo los implementos de su trabajo, tanto los que utiliza como los que se han establecido y las posibilidades que se pueden alcanzar con ellos; y por supuesto tendrá que estar familiarizado con y compelido por la sensibilidad que es la médula de lo artístico.Alguien que, por lo menos, busca la perfección… Según esto, no sé si bueno, mediocre o malo, considero que sí, yo soy un intelectual.

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