Conversando de arte
con Ranier Sebelén 

Conversando de arte <BR>con Ranier Sebelén 

Antes y detrás de una historia sucede su enunciado, su pre-sentida e inminente pronunciación. La profecía de su decir. El relato o devenir verbal de esta historia opera únicamente después del instante de las coincidencias.

En este caso, accedemos al hallazgo y a las revelaciones fragmentarias del instante desde un diálogo fraterno, distendido, lúcido y productivo con Ranier Sebelén Medina (1961) en torno a las memorias, travesías y retos del complejo proceso de desarrollo del coleccionismo, del marketing  y de la “realidad artística” dominicana de la actualidad.

A principios de la penúltima década del siglo XX, Ranier Sebelén se relaciona con el artista Timoteo Santos -Vinagre-, quien le conecta con los pintores más importantes de la época y con  quienes ha trabajado en la proyección de sus obras a nivel nacional e internacional durante los últimos treinta años, llegando a establecer una relación profesional y de amistad “que trasciende fronteras” con artistas de la talla de Iván Tovar, Guillo Pérez, Ramón Oviedo, Alberto Ulloa, José Cesteros, Candido Bidó, Dionisio Blanco, Freddy Javier y Antonio Guadalupe, entre otros.

Tal como ha señalado de manera justa y precisa Abil Peralta Agüero: “Ranier Sebelén  es uno de esos testigos de excepción, a quien le tocó vivir y ser protagonista de varios de los momentos de mayor esplendor de la plástica dominicana. Agente activo del salto que dio nuestro mercado de arte que, antes de su aparición ya tenía como precedentes históricos en el galerismo a las familias Auffant, Otero(Arte Español), Ferreira (Arte San Ramón) y Nader, ancorándose posteriormente la muy querida Mildred Canahuate (Galería de Arte Arawak), quien junto al propio Sebelén y Mary Loly de Severino, sentarían las bases de la segunda generación de galeristas dominicanos que trazaron las tablas de las nuevas cotizaciones, tareas que darían cuerpo a una nueva visión y a una nueva revalorización de los artistas dominicanos”.

En efecto, la noche del primero de octubre de 1986, en la restaurada casa colonial de la Calle Hostos 209 (antes Galería Taller-residencia de su entrañable amigo Alberto Ulloa), Ranier inauguraba el Centro de Arte Sebelén con una muestra compuesta por más de 140 obras, entre pinturas, dibujos y esculturas que ocupaba sus cuatro salas y el  patio español. Fue una de las exposiciones más importantes de la década. Los curadores fueron Abil Peralta y Antonio Fernández Spencer, quien definiría este espacio clave  de los 80 como “el jardín de la comodidad artística”. El museógrafo era Justo Liberato. A sus tertulias  asistían frecuentemente Juan Bosch, Manuel del Cabral, Pedro Mir, Cándido Gerón, Efraim Castillo y Hamlet Rubio, entre otros poetas, críticos e intelectuales connotados.

“Don Juan Bosch iba a todas las actividades del Centro de Arte Sebelén. Se realizaban tertulias y coloquios. “Le gustaba sentarse en el patio. Nos hablaba de historia dominicana. Él conocía la historia de la casa. Se la sabía bien. Siempre preguntaba por León. Siempre se preocupaba. Lo primero que hacia era preguntar por su hijo. Háblame de mi hijo. Tenían sus diferencias, pero se tenían cariño mutuo”.

Hablamos de mediados de los 80

El cambio de moneda estaba a 2.70 pesos por dollar. En ese momento una pintura de Iván Tovar en formato de 30”x40” ya costaba 60 mil pesos. Sebelén aclara que ese precio se pudo establecer “porque Tovar venía de un medio donde se conocía y se respetaban los tratos entre galeristas, representantes y artistas. Por eso se mantuvieron los precios. Actualmente una obra reciente de Tovar de ese mismo formato tiene un precio de 60 mil dolares. Esto también tiene que ver con la escasez de su producción”.

En aquellos días, los pintores tenían tanta confianza en Ranier Sebelén que  le dejaban establecer los niveles de cotización de sus obras. Al respetado y  exitoso galerista no le interesaba tanto lo mucho que  ganaban los artistas, sino cuánto se iba a ganar él. “Yo tengo otra fórmula. Tengo  un solo precio. No rebajo, pero te doy el mejor precio. Si no me llegan al precio de la obra, prefiero no vender. No tengo un cliente por un solo día, sino para siempre”.

En 1994,  Ranier cierra el Centro de Arte Sebelén en Santo Domingo. Se traslada a San Juan, Puerto Rico e inicia la promoción del arte dominicano en los Estados Unidos. Por sus estrechas relaciones con coleccionistas estadounidenses y latinoamericanos se da cuenta de que, comparados con los de grandes artistas puertorriqueños  que tenían precios excesivos, los precios del arte dominicano resultaban atractivos. Así le abre camino a la obra de artistas como Dionisio Blanco, Alberto Ulloa, Eric Genao, Pedro Ricart, Amaya Salazar, Teté Marella, más recientemente, Silvio Ávila y Manuel Nina Cisneros. En los últimos cinco años, a través de la Galería de Arte Sebelén, participa activamente en exposiciones, subastas y ferias de arte latinoamericano, representando la obra de los artistas peruanos Johnny Palacio y Renzo Castañeda; los cubanos Wilfredo Magdiel, Eliecer González, Roberto Fabelo, Kcho e Ismael Abreu; el puertorriqueño Abdías Méndez Robles y los dominicanos Alberto Ulloa y Manuel Nina Cisneros.

Ranier Sebelén también actúa como asesor de importantes eventos, instituciones y coleccionistas de Puerto Rico y Estados Unidos, pero siempre se mantiene atento a lo que sucede en el medio artístico dominicano. Una de las situaciones que más le preocupa y entristece es la proliferación de falsificaciones de obras de artistas importantes como  Gilberto Hernández Ortega, Jaime Colson, Eligio Pichardo, Eugenio Fernández Granell, Yoryi Morel, Ramírez Conde, Paul Giudicelli, Vela Zanetti, Ramón Oviedo, Guillo Pérez y Dionisio Blanco. “Muchos coleccionistas reconocidos y otros nuevos amantes del arte dominicano  han adquirido obras totalmente falsas”, afirma con seguridad. 

“En verdad, no sé como es que esos coleccionistas no se dan cuenta si pagan por precios irrisorios”. Pero, Sebelén advierte que cuando tales “obras” salgan al mercado y los especialistas las evalúen, habrá muchas sorpresas al comprobarse que no tienen ningún valor. “Incluso eso sucede con obras certificadas como auténticas, ya que los falsificadores le sacan copia a los certificados emitidos tanto por los artistas como por especialistas”. Para comenzar a resolver esta situación, propone que la Asociación de Galerías forme un comité de asesores  para emitir certificaciones autorizadas con garantías.

Zoom

El mercado del arte en peligro

Ranier Sebelen sostiene que en la actualidad el mercado del arte local  se caracteriza por la informalidad y por su franca desorganización. “La situación de los precios es inestable. Es irreal. Hay sobrevaluación y subvaluación en las cotizaciones. Aunque estos problemas complican la situación se podrían resolver y garantizar la inversión. Ahora bien, el mercado informal es importante. Aquí se realizan transacciones diarias de millones de pesos con obras de arte. La obra de arte se acepta como dación de pago en todos los niveles sociales.

Se pagan propiedades de lujos, tarjetas de crédito, vehículos de todo tipo, bienes raíces, deudas personales, electrodomésticos, tickets de avión, prendas. Esto quiere decir que la obra de arte tiene valor monetario, como si fuera una tarjeta de crédito, lo único es que no paga intereses.  Naturalmente hay una distorsión porque mucha gente improvisa”… Y para que no se desilusionen, Sebelén va a publicar próximamente una lista  de los que, según el, son los únicos 30 artistas dominicanos cuyas obras podrían venderse en el mercado de arte internacional.

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