Conviviendo con las plagas

Conviviendo con las plagas

La parte sana de la población se ha acostumbrado a convivir, durante décadas, con los elementos que contaminan la sociedad.

No me refiero, por supuesto, a los fenómenos naturales que periódicamente nos azotan, pues son obra de la Naturaleza.

Hablo de aquellos individuos que se han encargado de restarle fuerzas al  natural desarrollo de la nación; personas que reniegan de la patria y enlodan el santo nombre de la república.

Malos ciudadanos que han hecho del dolo su aliado inseparable y del crimen y el delito su carta de presentación.

Afirmaba un connotado líder político ya fenecido que este es un país rico, pobremente administrado. Razones le sobraban.

En una columna anterior me referí a los enormes potenciales de la agricultura, con los cultivos que le han dado vida a cada una de las regiones donde su siembra es tradición mantenida por años.

El país dispone de inmensos terrenos fértiles, algunos de los cuales con vocación agrícola han sido abandonados para dar paso a proyectos urbanísticos.

La especulación en tierra.

Aún con el abandono del campo, hay gente dedicada en cuerpo y alma a labrar la tierra y a entregar a los demás los frutos que de ella extraen día a día.

Quienes con acciones vergonzosas ensombrecen el panorama no lograrán, por más que lo intenten, borrar del alma nacional su inquebrantable avance hacia un estado más digno.

La patria continúa su inexorable camino de progreso.

Lento, pero seguro.

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