Cada vez que llego a casa, Nico sale a recibirme. Me hace los saludos protocolares, da saltos, mueve la colita y ladra feliz, con el mismo genuino entusiasmo, no importa si me vio hace media hora o hace tres días. Mis gatos suelen ser un poco más escuetos, salvo que me vean con fundas del supermercado (lo cual significa que hay comida), y entonces me acompañan –cuantas veces sea necesario– desde la marquesina hasta la cocina hasta que termine de desmontar la compra. Es inevitable sonreír ante ambas “coreografías”.
Para nadie es un secreto que tener una mascota (o varias, como en mi caso) influye positivamente en la salud de nuestro cuerpo, pero convivir con una mascota también incide en la salud mental.
Según varios estudios, la convivencia con mascotas nos ayuda a aumentar nuestra felicidad, no sólo porque nos hacen compañía, sino porque la relación afectiva con ellas hace que aumenten los niveles de oxitocina, una hormona que, según parece, está directamente relacionada con el comportamiento generoso y el establecimiento de relaciones del ser humano. (Sí, nos hace mejores personas). Esta sensación también produce relajación, por lo que el estrés se reduce considerablemente.
Tener un perro o un gato aumenta la presencia de niveles altos de oxitocina. ¿Un consejo más? Adopta, no compres. Hay muchos animalitos sin hogar a quienes cambiarle la vida, y ellos a la vez cambiarán la tuya.