Convulsiones

Convulsiones

El mundo occidental hace algún tiempo que no se entiende. La estabilidad y seguridad económicas de que hacía gala esta parte del mundo parece estar en el filo de la navaja, sin quedar claro qué dirección tomará definitivamente. Aparecen predicciones de que en Asia está el futuro de nuestro planeta y títulos tales como: How the West Was Lost, (Como se Perdió el Oeste) escrito por Dambisa Moyo. En él, relata el autor, cómo en una conferencia internacional, el líder de una gran telefónica occidental, se toma largo tiempo explicando con gran elocuencia y lujo de detalles lo que su empresa podía hacer; un enorme espectro de productos con gran profundidad, brillantez y en el límite de las tecnologías conocidas. El siguiente orador, representante de una compañía china, se limitó a decir: “Podemos hacer todo lo que él hace… por 40 % menos.” Y se sentó rápidamente.

Los síntomas que hoy se ven en Europa, con su estado de bienestar y moneda al borde del colapso o de división entre sur y norte; los estertores de la mayor economía mundial, podrían tener, en parte, su explicación en esas sencillas líneas del párrafo precedente. La teoría de la gran apertura global, encabezada y empujada por los mismos países que hoy sufren la invasión de productos orientales y bendecida por ellos en el Consenso de Washington, luce un horrible boomerang.

Antes de universalizarse la globalización, los países ponían barreras arancelarias para protegerse de los ataques exteriores. Hoy, medidas como ésas, se toman como acciones de “guerra” que generan contrataques de los países afectados. Los controles de precios que amortiguaban la voracidad interna fueron eliminadas y hoy vemos inclusive a los israelitas protestando por los grandes y continuados aumentos de precios. El tsunami que arrasó con las instituciones, reglamentaciones y el concepto cobra su peaje.

El consenso y la teoría de globalización fueron “exitosas”, aunque acabaron con muchas de las economías latinoamericanas, africanas e inclusive de la Europa oriental, léase Crisis de la Deuda de Naomi Klein. Sin embargo, entonces, “todo estaba bien” porque los países del primer mundo dominaban la situación con su poderío económico y técnico. Maravilloso, hasta que en oriente: China e India, entraron de lleno en el juego. Con sus masivas poblaciones y niveles de vida deprimidos, con sus monedas manipuladas, se educaron y comenzaron a producir: “todo lo que él hace ….. por 40% menos.” En realidad, según el producto, lo hacen prácticamente todo lo que se fabrica en occidente por un 80% menos.

Así las cosas, el político entra en la última parte del juego, como si no hubiera estado antes en el partido, cuando aprobó la globalización, los presupuestos deficitarios y la “lambada” monetaria. Sin embargo, ahora no se trata de “reír al freír”, cuando todo iba súper y se reía porque se comía, se trata de “llorar al pagar” y esto no le sabe bien a nadie. Hay que recortar los presupuestos, aumentar las edades de pensiones, eliminar puestos de trabajo; en fin, balancear presupuestos y arroparnos hasta donde alcance la sábana. Bajo una presión extraordinaria tipo arepa, con fuego abajo y arriba.

El político sabe, como cualquier persona, que tomar esas medidas lo pone en confrontación directa con su electores, en especial con los menos favorecidos y con los decididamente pobres. Las medidas se posponen, los mercados se resienten, los comerciantes no venden y los inversores se espantan, el mercado cae más y ya todos están en contra del gobierno en funciones: los pobres, la clase media y los ricos. En consecuencia, caen los gobiernos, pero el problema sigue presente y como el nuevo gobierno también está compuesto de políticos que han prometido de todo, el asunto no se resuelve y así vamos. Indignados en España e Israel, simultáneamente, Italia e Irlanda, Chile e Inglaterra, ni qué decir de Portugal y Grecia. Estados Unidos de América degradado de triple a doble AA por primera vez en la historia.

Los problemas que se han acumulado en occidente son de muy difícil solución. No obstante, los políticos están más preocupados por asignar la culpa al otro bando que por unirse frente a un enemigo común, un enemigo del país y de todos sus ciudadanos, incluídos los gobernantes, burguesía y depauparados. Cada cual tiene sus soluciones que defiende hasta el entierro del país, anuncia con atronadora seguridad que creará empleos, pero no dice cómo; unidad, mientras él niega unirse; el fin del sufrimiento y los problemas usando alguna varita mágica…que no aclara.

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