El asesinado Presidente John F. Kennedy escribió un libro titulado “Perfiles de coraje”. Lo redactó mientras convalecía de una operación en la columna vertebral. En sus páginas examina la vida de ocho hombres públicos de los Estados Unidos que, a su juicio, destacaron por sus “actos de valor e integridad”. Entre ellos figuran: John Quincy Adams y Daniel Webster. El primero fue el sexto Presidente de los EUA, hijo del también Presidente John Adams; el segundo, senador de Massachusetts en 1850, influyó decisivamente en la consolidación de la Unión Norteamericana, por encima de los sectarismos terribles que llevaron a la Guerra de Secesión.
El libro del Presidente Kennedy mereció el premio Pulitzer en 1957, en la categoría de biografía. Se ha dicho que el libro fue escrito por otra persona, un asistente de Kennedy llamado Sorensen; lo cual fue desmentido por ambos. No podemos dilucidar esta acusación que echó a rodar en unas declaraciones el columnista Drew Pearson. Lo importante es el tema de la valentía política, ahora tan escasa entre los políticos hispanoamericanos, tal vez en el mundo entero. Valor e integridad en los asuntos públicos fueron los aspectos escogidos por Kennedy al biografiar esos ocho senadores.
Es frecuente en los Estados Unidos leer el elogio de “la obstinación” de los Padres Fundadores de la nación. Jefferson, Hamilton, Madison, fueron hombres de férrea voluntad, que buscaron tenazmente alcanzar objetivos valiosos para la sociedad en la que les tocó actuar. Coraje y obstinación pueden considerarse virtudes políticas y de carácter, utilísimas para el progreso de los pueblos. En los líderes de los partidos es, desde luego, esencial; también es importante que haya coraje y obstinación en los dirigentes comunales o barriales.
Los grandes “empujones sociales” de la historia los han realizado hombres con coraje y obstinación. En momentos de buen humor, algunos amigos de infancia han propuesto “un cambio de dirección” en el coraje y la obstinación de los dominicanos. En lugar de porfiar, contra viento y marea, por motivos de vanidad y soberbia, tomar el camino del “empecinamiento ciudadano”. Que en lugar de romper las barajas, permitan barajarlas; que en lugar de “cortar por lo sano”, tengan el coraje de intentar curar lo enfermo. (2012).