A mediados del siglo pasado y luego de la muerte del dictador Trujillo, se conformó la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (CORDE) compuesta por empresas del Estado competidoras con el comercio privado, regenteadas por un consejo de administración integrado por reconocidas figuras públicas que el Gobierno escogía para equilibrar o fortalecer la gestión de un administrador nombrado por el Poder Ejecutivo.
Cuando los partidos políticos comenzaron a gobernar el país, la CORDE pasó a ser otra fuente más de repartición del patrimonio estatal y todo se volvió un desastre que quebró casi la totalidad de las empresas y solamente dos o tres (que reportaban beneficios) fueron privatizadas por completo, vendiéndolas “de oportunidad” a fariseos aprovechadores del desastre gubernamental.
Los fideicomisos de moda son monstruos pequeños que lucen inofensivos, como recién nacidos o mansos corderitos, pero su real efecto tendrá el mismo final que la CORDE porque los representantes privados no apuestan para perder o como ayuda a desposeídos; muchos enganchan al Gobierno en cordeles que terminan en anzuelos para pescar en río revuelto.