Coreógrafos para la sociedad actual

Coreógrafos para la sociedad actual

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
La cosa más difícil de lograr en la sociedad dominicana es el trabajo coordinado de un grupo cualquiera. Las maestras de baile sufren lo indecible cuando intentan montar una coreografía. Todas las bailarinas pretenden ser solistas.  Ninguna se aviene a ser parte del engranaje de un espectáculo colectivo. No hemos sido educados para realizar trabajos “en equipo”. El significado del vocablo ayuntamiento es “ajuntamiento” o agrupación de esfuerzos comunitarios para unos fines específicos.

 Tal vez sea fructífero establecer en las escuelas primarias la obligación de practicar bailes “en cuadrilla”, una suerte de ejercicio o de “acomodamiento” mental que nos ayude a contar con los otros, con los demás vecinos o conciudadanos. Siempre damos a los problemas colectivos soluciones individuales. Por eso cada dominicano aspira a tener una cisterna, esto es, su propio acueducto; a instalar una planta eléctrica, o sea, su propio sistema de energía eléctrica. Hay familias dominicanas de clase media compelidas a “mantener” tres automóviles en sus casas, puesto que carecen de adecuado transporte colectivo. Entre familias muy pobres es frecuente que varios miembros posean motocicletas. Quiere esto decir que la sociedad – en conjunto – dispone de los recursos económicos para resolver “el problema eléctrico” y el “problema de transporte publico”. Pero los dilapida por carecer de una eficiente organización “coreográfica”.

Dentro de las varias notas de carácter que definen a un verdadero líder, la más importante es “la capacidad de organizar”. Un líder convoca a la gente para que trabaje en esta o aquella obra comunal. Antiguamente los campesinos de nuestro país celebraban “convites” para preparar un terreno para la siembra. Esa costumbre se ha perdido casi completamente o se conserva, residualmente, en unos pocos lugares. Los líderes tienen la virtud de crear “entusiasmos colectivos” para afrontar las dificultades en una comunidad.  Hay situaciones penosas en las cuales un líder sólo puede ofrecer “sangre, sudor y lágrimas”, como fue el caso del Primer Ministro británico Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial. Aún en estos casos extremos, el líder consigue insuflar en su pueblo la energía suficiente para acometer tareas heroicas. No hay que decir que la acción básica del liderazgo está dirigida a operar sobre los asuntos diarios, normales y ordinarios. El trabajo de los líderes es trazar las señales y dar los estímulos para una “épica cotidiana. En este momento no disponemos de esos líderes que encabecen “la epopeya de la vida común”; ni tampoco del entrenamiento social para un “despliegue coreográfico” de todos los días.

Los dirigentes políticos a la usanza de hoy no inspiran respeto, que es otra nota fundamental de la personalidad de los auténticos líderes. Con la muerte de los tres líderes tradicionales, los partidos políticos han quedado huérfanos de doctrina, de orientación confiable, de propósitos generales.  Las “autoridades del orden público” han sufrido un profundo descrédito. La sociedad dominicana ha comprobado que existen policías delincuentes, oficiales que trabajan en complicidad con narcotraficantes. El escándalo de la venta de los vehículos robados, después de ser recuperados por la Policía, fue algo así como el “broche de lodo” sobre la institución policial. Al ser pocas las patrullas de vigilancia, y al desconfiar la población de la idoneidad de los policías, se recurrió a las compañías de seguridad privadas. En poco tiempo los usuarios de guachimanes confrontaron la necesidad de suscribir pólizas de seguros, a fin de cubrir los desmanes cometidos por los propios vigilantes privados. 

Pero los problemas sociales nunca permanecen estáticos; evolucionan – para mejor o para peor – según la voluntad y el trabajo de los afectados. En los periódicos de la semana pasada apareció la información de que treinta y cinco empresas privadas de vigilancia habían sido clausuradas. El reciente asalto a una joyería – y el asesinato de su propietaria – ha colocado el tema de los guachimanes en primera plana. Los dominicanos honrados, por desconfianza a la Policía Nacional, optaron como de costumbre por la “solución individual rápida”: tener una policía propia. Pero los delincuentes se organizaron colectivamente. Fundaron empresas de seguridad, solicitaron armas a Secretaría de lo Interior, contrataron personal con largos antecedentes penales. Así la seguridad privada estaría en manos de delincuentes con experiencia, metidos ya en el interior de las empresas y residencias a despojar. Tanto la impunidad reinante como las dilaciones en la administración de justicia, fortalecen la instalación de negocios turbios. En los casos de las empresas de guachimanes delincuentes, los negocios eran turbios desde su constitución y nacimiento. No se volvieron turbios con el paso del tiempo.

Los delincuentes, desdichadamente, han cogido la delantera.  Para alcanzar sus fines – desplumar, aporrear o matar ciudadanos pacíficos y trabajadores – los delincuentes han preferido articular una coreografía: empresas registradas, uniformes, teléfonos, armas cortas y largas, vehículos, cocinas de emergencia. Esta compleja utilería nos muestra que una y otra vez hemos tomado el camino equivocado: dar soluciones individuales a los problemas colectivos. Los dominicanos que quieran vivir con un mínimo de seguridad y un poco de esperanza en lo porvenir, tendrán que luchar por un nuevo liderazgo político más responsable y apto que el actual, que inspire respeto, dotado de capacidad “organizativa” y gerencial. Para eso es obligatorio aglutinar y constituir una liga, una junta, una entidad corporativa que trabaje metódicamente – en todos los campos – contra la delincuencia organizada, sea de guachimanes o de “dirigentes” políticos. 

henriquezcaolo@hotmail.com

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