BEIJING — Cuando un virus comenzó a expandirse esta semana en Wuhan, ciudad del centro de China, el Partido Comunista gobernante emitió una severa advertencia: “Cualquiera que deliberadamente demore u oculte información habrá cometido un acto vergonzoso de proporciones históricas”.
La amenaza emitida el martes reflejó la creciente confianza de China y su toma de consciencia acerca de los problemas de la censura.
La advertencia encabezó una reproducción de un artículo publicado en las redes sociales que aludía directamente al Síndrome Respiratorio Agudo Grave (más conocido por sus siglas en inglés, SARS), una epidemia que no solo devastó partes de China sino que también sacó a la luz un engaño del gobierno.
Casi dos décadas después, una China más segura de sí misma parece decidida a no repetir los errores del pasado.
El gobierno, en todos sus niveles, “debe priorizar las vidas y la salud del pueblo”, dijo el presidente chino Xi Jinping el lunes. “Es necesario difundir información de la epidemia rápidamente y una profunda cooperación internacional”.
Bajo el gobierno de Xi, considerado el líder más autoritario que tiene China en décadas, el país ha adoptado una estrategia de relaciones públicas más dinámica, mostrando una mayor determinación para controlar lo que se dice a partir de la difusión de la información que tiene, en lugar de tratar de hacer desaparecer un tema explosivo.
El brote, que ya ha contagiado a más de 500 personas y matado a por lo menos 17, es una importante prueba para Xi en momentos en que trata de enfrentar serios retos, incluidos una desaceleración de la economía china, una guerra comercial con Estados Unidos, protestas antigubernamentales en Hong Kong y tensiones con Taiwán, señaló Joseph Cheng, observador político de Hong Kong.
“Esto podría ayudarlo a guardar las apariencias”, expresó Cheng. “Sabe cuáles serán las consecuencias para su liderazgo –y su reputación– si no puede manejar esto”.
Las declaraciones del lunes de Xi fueron sus primeros comentarios desde que surgió el brote y parecieron destinadas a calmar la opinión pública china, tratando de asegurarle de que no habrá otro encubrimiento como el que hubo con el brote de SARS.
En esa ocasión, China trató por meses de ocultar la cantidad de casos, instalando a los pacientes en hoteles y en pabellones aislados de los hospitales, e incluso paseándolos en ambulancias para evitar que fuesen detectados por expertos de la Organización Mundial de la Salud.