Corpohotel, un absurdo

Corpohotel, un absurdo

UBI RIVAS
En una época tan remota como 1967 postulé que los hoteles del Estado deben pasar al sector privado en una simple subasta pública refrendada por un alguacil en funciones de vendutero público, al mejor postor. Todos. Ahora el tema de los hoteles del Estado ha vuelto a la palestra, empezando porque empresarios del patio y residentes en La Gran Manzana han ofertado adquirir el hotel La Mansión de San José de las Matas.

También empresarios españoles han ofertado adquirir el hotel Montaña de Jarabacoa y el Nueva Suiza de Constanza, y así debe proseguir con el Cahoba de Mao, Guarocuya de Barahona, otro en Santiago Rodríguez y hasta la Casa de Piedra que era asiento del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo cuando pernoctaba en Elías Piña, en abandono, y El Cerro de San Cristóbal, todos han debido hace rato venderse en pública subasta.

Desde un principio he sostenido que ningún Estado del mundo que no sea centralizado, comunista, que por ventura solo quedan tres en el mundo, China, Norcorea y Cuba, debe tener propiedades industriales, turísticas, comerciales, porque el fin de un Estado y quien lo conduce no es hacer negocios para competir con el sector privado, sino administrar el bienestar de sus conciudadanos porque ese es el motivo esencial de quienes conducimos a los gobernantes al poder. ¿O no es así? ¿O hay otros motivos?

También desde muy temprano avizoré que los hoteles del Estado debieron desde un principio venderse al mejor postor a transnacionales como Hilton, Marriot, Meliá, Holly Day Inn, Howard Johnson, Sheraton, Hodelpa, Américan Air Lines, Iberia, Air France, Lufthansa, Air Canadá, British Air Ways, Twa. Alitalia, Sabena, Viasa, Aero México, Air Europa, Continental, Caribbear.

Las cadenas hoteleras y las líneas aéreas son las que elaboran los paquetes turísticos, en una perfecta combinación y/o armonía incapaz de nadie en el mundo superarlas, porque por eso son transnacionales.

Los hoteles del Estado, como todas las empresas que pertenecen a un Estado, dondequiera, excepto en los sistemas comunistas de economía planificada, han sido fuentes de enriquecimiento ilícito de quienes han administrado esos bienes, porque lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta.

Vender al mejor postor los hoteles del Estado y todo lo que aún reste de CORDE Y CEA debiera ser un propósito rápido, sin festinaciones, del presidente Leonel Fernández, no ya porque es una parte del todo del proceso perverso de la globalización, sino porque responde a un interés medular y una finalidad sensata del momento en un gobernante que sabe reflexionar.

En los hoteles del Estado hay un caso sui generis y es el del Matum, de Santiago de los Caballeros, que ha sido arrendado desde hace más de 30 años al empresario Ulises Polanco, que también debe venderse en subasta pública.

Ahora que el país atraviesa un «boon» turístico debe aprovecharse la coyuntura, que todo en la vida es consecuencia de una, y proceder a deshacerse el Estado dominicano de hoteles, tierras, fábricas cerradas, de las que si apenas podrán venderse los nombres de fábrica, Pidoca, Hércules, Fa-Doc, Colón, todo un relicario con una estela de recuerdos imborrables, herencia dilapidada, por los gobiernos sucesivos al generalísimo Trujillo que creó ese Frankenstein de la economía nativa.

Sin tiempo que perder, pero sin yerros, aprovechemos la ocasión, que dicen la pintan calva, y procedamos con sensatez para nutrir la economía nacional en la versión macroeconómica del turismo y también tierras provechosas para el desarrollo agroindustrial del CEA vendidas a transnacionales, United Fruit, Stockel y Van Camp, Motts, Libbys y se apreciarán los resultados.

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