El problema de narcotráfico y criminalidad que enfrenta América Central es de tal magnitud que recientemente el Banco Mundial trataba de proyectar una imagen gráfica señalando que en un mapa mundial del crimen y la violencia a Centroamérica le correspondería un espacio similar al territorio físico de Sudamérica o Europa. No es nada exagerada la comparación.
Con unos 14,257 crímenes anuales, un promedio de casi 40 diarios y con El Salvador, Honduras y Guatemala en los primeros lugares del ranking mundial. Con la tasa de homicidios más elevada del mundo 33.3 por cada 100 mil habitantes en Honduras fue de 728, la más alta del mundo – y en algunas zonas una tasa de 1 asesinato por cada 1000; entre el 2003 y el 2010 se han registrado más de 100 mil personas asesinadas. Sin embargo, teniendo una población de 45,713,000 de los cuáles el 50 % vive en condiciones de pobreza, en el 2010 la región invirtió mas de 4 mil millones de dólares de acuerdo con un estudio del PNUD para los temas de seguridad y justicia; un 60 % más que en el 2006.
Hillary Clinton, Secretaria de Estado de Estados Unidos, decía que los empresarios y los ricos de la región no contribuyen suficientemente a la lucha contra los carteles, destacando la débil recaudación fiscal y la evasión constante de fondos. A su vez el Presidente de Panamá señalaba que en el área 300 mil guardias privados cuidan de un pequeño sector privilegiado en tanto 100 mil guardias del gobierno tienen la responsabilidad sobre la seguridad de la inmensa mayoría de la población.
No se puede decir que las naciones de la región no estén enfrentando el problema: invierten cuantiosos recursos que desvían de otras prioridades sociales y pagan una alta cuota en sangre y sufrimiento. En toda América Latina se incautaron en el 2010 unas 500 toneladas, y de los 3 millones y medio de encarcelados, más de un millón es por delitos relacionados con el narcotráfico. En verdad, todo ese esfuerzo y costo es para tratar de evitar que la droga llegue a los mercados consumidores, localizados en regiones ricas: Estados Unidos 83 % – y Europa 17 % – de la droga que transita por Centroamérica.
Aunque se logra dar golpes contundentes a la oferta lo cierto es que la demanda persistente en los grandes mercados mantiene el estímulo para llevar la oferta a sangre y fuego.
Por todo lo anterior se ha levantado con creciente fuerza la demanda de corresponsabilidad en el enfrentamiento a este brutal flagelo. Los mercados consumidores tienen que incrementar sus acciones para reducir la demanda en ellos; deben controlar el flujo de dólares, armas y componentes químicos del norte al sur, además de incrementar sus contribuciones financieras para ayudar a las agotadas economías de la región.
La lucha es necesaria e imprescindible pero compartamos la responsabilidad.