“¡Que foetazo!… ¿Y te dolió?”… Así está diciendo Conepito -el amigo de Píndaro-, a él y a Herminio, cuando han recibido la noticia de que, por reiterada vez, los papaúpas de la matica del país se han hecho de la vista gorda para mantener flacos –a unos- y dormidos en sus laureles –a otros- al dar la espalda a establecer un compromiso de firmar, más que un acuerdo de caballeros, lo que en el mediano y el largo plazo vendría a permitirnos a los dominicanos tener cierto respiro al reducir la espada que cada mes nos castiga con la abusiva tarifa eléctrica…
Cuando se habla de ser más eficientes, parece que la comodidad -que adormece a aquellos en yipetas de vidrios tintados-, puede más que llevar a sincerarte y a aceptar la realidad de que, si no se procede en consecuencia, a la vuelta de la esquina está una juventud que viene subiendo… sin laureles regalados y mucho más realistas que ellos… una juventud que les cobrará sus andanzas…
Que fácil es cumplir la ley cuando se quiere el bien común… Cuando usted se da cuenta de que, en un marco jurídico, lo que es igual no es ventaja…
“Y… ¿Por qué no le dan importancia a este acuerdo, si es el país el que lo demanda?” –cuestiona Píndaro-… Es entonces Herminio, quien mete la cuchara mientras Conepito escucha… “Desde que tengo uso de razón, a nosotros los dominicanos nos salen culebras que nos asustan cuando nos vemos en la obligación de tener que aceptar –en nuestra vida privada- la obligación natural de proyectar y planificar nuestro desempeño… Cuando lo hemos asimilado, lo deberíamos llevar a la práctica pública… Pero, cuando nuestro comportamiento se mueve por intereses que hemos creado y nos comprometen hasta el tuétano, se nos hace muy difícil corregir los desvaríos…”.
Conepito está cabizbajo, pero atento a reaccionar cuando las circunstancias lo requieran y, mientras tanto, sigue concentrado en escuchar las palabras de Píndaro, que van a buen tono con su línea de pensamiento… “Da pena ver, cómo se promociona todo, menos la tranquilidad de la población… Y, cómo los costos de los usuarios, incluyendo los agraviantes apagones, se ignoran a propósito porque no hay forma de justificarlos si no se vive una transparencia de tarifa”… Herminio, que ha estado meditando cómo desde hace años ha venido sufriendo en carne propia las abusivas facturaciones de su consumo de energía, sumadas al sobre costo de mantener una planta eléctrica y gasoil, que le garantice el poder trabajar durante largas ausencias de luz, no aguanta su sentir y exclama: “¡El acuerdo eléctrico TIENE que ser un compromiso nacional y no el barajeo político para ganar tiempo que, a la postre, se moverá como un bumerang!”…
“Yo no sé por qué nosotros los dominicanos no nos podemos poner de acuerdo en lo que es de interés común… –le increpa Herminio a Píndaro-… ¡Siempre estamos improvisando!… ¿Por qué no buscamos el ejemplo del éxito alcanzado por aquellos que han tenido una visión nacional, en lugar de acomodarse a fórmulas coyunturales profundamente interesadas?… Porque eso les obligaría a aceptar ser monitoreados –se responde-… Ya te decía yo que lo que es igual no es ventaja… Algún día nos veremos obligados, ya por convicción propia o por imposición de un sistema autoritario”… –“¡Eso ni Dios lo quiera! –le grita Herminio-… ¡Algún día vendrá la absoluta disposición de un compromiso nacional que sea garantizado en sus resultados por la esencia de un compromiso nacional…”.
“¿Y por qué los que tienen la mano en la masa se hacen los que no les importa la situación y que un día esta pueda explotar?… Por qué no acaban ya de firmar el tan cacareado acuerdo eléctrico?” –exclama Píndaro, y reflexiona-… Tenía entendido que el Pacto Eléctrico es un mandato legal establecido en lo que debe ser palabra a respetar por todos: La Estrategia Nacional de Desarrollo… -mientras, con un dejo de tristeza, murmura para sí-… Lo que pasa es que no ha habido voluntad política para un compromiso nacional… ¡Qué pena!… ¡Están provocando un corrientazo!