Corrupción e inseguridad pública

<P>Corrupción e inseguridad pública</P>

Para empezar estas líneas, cabe destacar de manera penosa, que sin lugar a dudas la República Dominicana sufre los embates de un mal que afecta a todos sus habitantes, sin excepción, incluso aquellos que han logrado acomodarse en lugares “seguros”, o al menos confían en ello. Indiscutiblemente, los niveles de inseguridad que vive el país parecen incontrolables para el Estado y la ciudadanía; auge que en los últimos años se ha elevado a niveles nunca antes vistos.

En ese orden de ideas podemos decir que el problema de la inseguridad pública no es propio de la casualidad. En los últimos años los niveles de desigualdad social, según el informe del PNUD para el año 2013, han aumentado considerablemente. En éste último informe hemos descendido(sin que la palabra descenso constituya algo bueno) quince (15)  posiciones con respecto al informe anterior,  pasando a ocupar la posición número 79 en una lista de 132 países, lo cual nos convierte en el país más desigual de toda la región. El organismo adscrito a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), determinó que nuestro país ocupa el noveno (9no) lugar entre los países con más alto nivel de inseguridad pública de la  región.

Tales cifras sólo pueden explicarse por el grado de injusticia social imperante, donde una parte minoritaria de la población conserva gran riqueza, mientras una gran mayoría vive en condiciones de pobreza o pobreza extrema dadas las pocas capacidades de que la población obtenga un empleo digno que cubra las necesidades básicas.

Quizás lo más importante para que todo ser humano pueda lograr un nivel de vida digno, soberano, y por encima de todo humano, es que el Estado provea a sus ciudadanos de una educación y salud gratuita total  y de calidad, cosa que no es posible en nuestra República Dominicana, donde casi todos los servicios básicos se encuentran privatizados por ese mismo sector minoritario que ve en el humano una fuente de lucro privado aún cuando todos tenemos derecho a acceder a tales beneficios sociales.

Otro de los grandes propulsores de la inseguridad pública, radica en los anti valores impuestos por la sociedad de consumo, y difundidos por los medios de información afines a tal visión de la sociedad, donde se vale lo que se tiene y  en pro de obtener  la riqueza material no existen parámetros ni principios éticos. Todos los días y en todos los espacios nos llenan con mensajes de egoísmo, competencia sin sentido, avaricia, etc. Es necesario saber esto para alertar al Pueblo de sus consecuencias.

¿Cuáles son las posibles causas de tal problemática? Una de ellas sin temor a equivocarme ha sido la  falta de voluntad política por parte de todos los gobiernos que le han sucedido al de Juan Bosch, la partidocracia en general, junto a un factor de importancia de esos gobiernos: la corrupción pública y privada. Dos obstáculos que frenan cualquier intento de tener una sociedad más justa. La corrupción pública detiene proyectos y programas públicos en beneficio del pueblo, lo cual, en parte, se traduce en mayores niveles de inseguridad, dada la inmensa falta de oportunidades de crecimiento personal y colectivo. La corrupción privada, como la evasión fiscal, deviene en menos recaudaciones para el Estado, y por consiguiente menos gasto público e inversión social, de la poca que gozamos.

Siguiendo con la corrupción pública, otro factor relacionado es la falta de eficiencia por parte de los funcionarios que deberían cumplir y hacer cumplir las leyes, utilizando sus posiciones o cargos públicos en beneficio personal. El usar al Estado como propiedad personal es uno de los vicios más viejos con los que cuenta nuestra República desde su fundación.

En la historia reciente, específicamente en agosto del año 2005, siendo gobierno el  Partido de la Liberación Dominicana, se desarrolló un programa que según las autoridades de la época serviría para proveernos de mayor seguridad pública, aquel programa es el antiguo Barrio Seguro. Todos recordamos el escándalo de la compra de decenas de motocicletas de lujo y alto cilindraje a precios cuestionables, ilógico para una policía de un país pobre económicamente. No olvidemos que dentro del mismo programa supimos de otro escándalo: aquella dieta de los agentes que prestaban servicio, cosa que también llamaba la atención por la falta de claridad del precio de compra.

No basta con que haya cientos de agentes patrullando las calles  cuando estos reciben sueldos de miseria, y vale decir sin una policía verdaderamente preventiva. Esos policías, que son de la clase pobre de nuestro país, no tienen nada garantizado para sus hijos porque los gobiernos de los partidos tradicionales no los han tomado en cuenta, salvo para reprimir al mismo pueblo a que ellos pertenecen. Es muy bien sabido -otro de los vicios que todavía acarrea el Estado desde la caída del tirano- que para obtener un merecido ascenso duran años en un rango, mientras otros sin ningún merito escalan por el simple hecho de estar al lado de un funcionario. En tal sentido nos preguntamos: ¿Basta  un  discurso? ¿Basta adquirir nuevos vehículos y equipamiento sin tomar en cuenta el factor principal que es el humano?

No se trata de excusar a los que delinquen, pues se debe castigar al que infringe la ley, a todos los niveles sociales, pero es más, mucho más lo que hay que prevenir. Tal prevención debe ser mucho más profunda que el patrullaje y erradicar el discurso político demagógico de siempre.

Para transformar el estado de cosas, se necesita afrontar la inseguridad de manera integral, incluyendo a todos los sectores de la sociedad. Lo más importante es que se establezcan políticas públicas que disminuyan el desempleo, incentiven el deporte, el arte, la cultura, que el ser humano pueda desarrollar sus capacidades creativas, retomar el campo a los fines de explotar nuestros recursos naturales y que tales riquezas se usen para planes y proyectos de impacto social a corto, mediano y largo plazo, además de poner a producir nuestras tierras para que de esa forma la gente que vive en la zonas rurales pueda producir y autogestionar sus necesidades. ¿Por qué darle más larga a una reforma agraria en la República Dominicana? Se explica en los grandes latifundios que aún subsisten, política neoliberal que conlleva la importación de cosas que podemos producir plenamente.

Finalmente, no podemos esperar nada nuevo de estos partidos tradicionales, que  llevan  50 años de gobiernos de espaldas al Pueblo, aliados a intereses también contrarios al interés general, que han sumido a nuestro país en un gran atraso en términos de felicidad, justicia social y organización política.

¿Lo vamos a seguir permitiendo? Pienso  que más bien  debe servirnos como referente para provocar un viraje definitivo y trascendental en el sistema partidista tradicional.

Debemos olvidarnos de ese viejo esquema político donde la soberanía popular se expresa cada cuatro años y ejercer nuestro derecho y participación política todos los días. Pensar y construir en el presente para tener un mejor futuro.

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