Cuando estudiaba en Chile, un profesor distribuyó un suelto que se ha extraviado entre papeles. Igualmente la memoria no ha retenido el nombre del autor.
Explicaba que los grandes cambios sociales tienden a producirse en dos situaciones: a), cuando luego de un período de bonanza se percibe que se avecina un período de generalizado malestar; y b), cuando luego de un período de malestar, se percibe la posibilidad de una mejoría. Estamos aquí de nuevo ante el tema de la percepción y la definición de la situación que aportara William Thomas, con su famoso postulado: “Lo que la gente percibe como real tiene consecuencias reales”.
El cambio social puede ser algo que la mayoría desea, pero no basta con desearlo. Deben darse, como decían los marxistas, las condiciones objetivas y estructurales, y las condiciones subjetivas y coyunturales.
Ralph Dahrendorf explicaba que el cambio social requiere de una “conducividad estructural”, un término sacado de la electromecánica, que indica, per se, que tiene que haber materia y química para la reacción social que transforma la situación.
La gente, por su parte, tiene temor. Un crítico decía que Marx y Engels se equivocaron al decir a los proletarios del mundo que se unieran, puesto que “no tenéis nada que perder, salvo vuestras cadenas”. El crítico aducía que los proletarios temen perder la vida…, el empleo, el bono mensual, o aún su precaria estabilidad.
El temor también condiciona la percepción, de modo que muchos tienden a negar una realidad que les afecta negativamente, cuando piensan que no pueden hacer nada para evitarla. Las emociones, los estados emocionales, condicionan el raciocinio, conforman en la mente rechazos específicos. Nos referimos a lo que los psicólogos sociales han llamado “disonancia cognoscitiva”.
Las gentes rechazan lo que no concuerda con sus prejuicios, y sus emociones, o con sus conceptos, ideologías y teorías (ideológicamente condicionadas). La percepción humana tiene límites, unos naturales y otros de tipo psicológico (lo que no se quiere ver o escuchar); y otros de tipo racional, en tanto que lo que nos parece totalmente absurdo a menudo no es siquiera registrado por nuestra mente.
Probablemente no haya un solo dominicano que no perciba que: entre el poder político, la corrupción administrativa y la corrupción social general existe una fuerte conexión. Pero también debemos saber que la corrupción es un fenómeno tan complejo que es bastante casi imposible reducirlo a esquemas interpretativos y a modelos de intervención y cambio social simplones.
Escribidores y conversadores sobre política y cambio social deberían reconsiderar aquello de que “el medio es el mensaje”. McLuhan y sus discípulos debieron también enfatizar que el emisor es parte esencial del mensaje. A veces… ¡todo el mensaje! Especialmente cuando se trata de un mensaje político. Generalmente eso quiere decir que: puesto que no le creen, no se escucha lo que él dice.
Si Ortega y Gasset hubiese tenido familiaridad con la teoría de la comunicación, hubiese agregado: El mensaje es el candidato, su persona, su historia, su credibilidad, sus recursos, su partido… y absolutamente ¡todas sus circunstancias!