Corrupción en las entrañas del poder

Corrupción en las entrañas del poder

POR SERGIO SARITA VALDEZ
Hay gente que confunde el deseo con la realidad, algo que los británicos denominan el wishfull thinking. Ello no constituye un delito ni un pecado en tanto se mantiene interiorizado sin que entorpezca las acciones concretas del individuo. Sin embargo, cuando nos empecinamos en creer y obligar a los demás a que acepten como una verdad objetiva lo que de hecho es un simple sueño entonces el despertar se torna doloroso e inaceptable.

En su euforia continuista Hipólito Mejía llegó a jurar que una segunda vuelta electoral era inevitable y que con el apoyo de un sector del Partido Reformista su permanencia en el poder estaba asegurada. Intentaba adjudicarle al candidato opositor las falsas esperanzas, delirios de poder y descabelladas ideas que únicamente existían en su mente. Hacía mención de que la población debía prepararse para los buenos tiempos que vendrían tras su segunda elección. Pasado el escrutinio del 16 de mayo de 2004, poco a poco la dura realidad empezó a hacer mella en el filo de la sierra pepehachista.

La desesperación se ha ido rápidamente adueñando de los cerebros calenturientos de quienes hicieron y deshicieron a su antojo de la hacienda pública. Viendo lo inexorable e inevitable del arribo del próximo 16 de agosto, el pánico toca el consciente de los culpables y algunos corren a escudarse tras las cortinas de la inmunidad parlamentaria, otros a agenciarse pensiones, jubilaciones o ventas de propiedades y terrenos estatales a precio de vaca muerta. El vaho de la bestia de la corrupción empieza a inundar la enrarecida atmósfera dominicana.

Ante el nauseabundo mal olor que emana del putrefacto cadáver de la corruptela que dentro de escasos días abandona su madriguera palaciega, debemos buscar algún tipo de perfume que contrarreste el pestilente y ofensivo ambiente oficial. La lectura del libro: Impunidad. La corrupción en las entrañas del poder; escrito por la jueza de origen noruego, Eva Joly, responsable de la investigación llevada a cabo en Francia sobre el escandaloso manejo turbio de la compañía petrolera ELF. Sobre esta extraordinaria mujer nos dice su homólogo español Baltasar Garzón lo siguiente: «A Eva Joly la conocí personalmente el 18 de junio de 2003 en el marco incomparable de la Universidad de la Sorbona de París, junto con un buen puñado de profesionales de la judicatura y de la sociedad, comprometidos todos en buscar un mundo mejor, más honorable y, sobre todo, más habitable en beneficio del conjunto de la sociedad…Cuatro meses después, cuando escribo este epílogo, lo hago con ese sabor amargo del déja vu, es decir, de haber sufrido en carne propia parte de los avatares y de las presiones e intimidaciones que Eva Joly relata en esta interesantísima obra, digna de ser utilizada como libro de texto en escuelas y universidades para saber qué hacen quienes ostentan el poder político, económico o financiero en un momento determinado, y que después se parapetan en el mismo o se prevalen de él para atacar a aquellos que, como los jueces o fiscales, se atreven a investigarlos porque en el ejercicio de su cargo han delinquido apropiándose de fondos públicos, distrayéndolos de su destino, favoreciendo a otros para que lo hagan o se enriquezcan, ejecutando acciones venales, aprobando contratos fraudulentos, haciendo uso de información privilegiada, realizando negocios prohibidos, financiando irregularmente a un partido político, corrompiendo a funcionarios, creando sociedades fantasmas, etc. Es decir, desarrollando todos los tipos de acciones delictivas que a lo largo de los últimos lustros han configurado a una determinada clase de personas en múltiples países».

Nos dice Eva en su libro: «La corrupción a gran escala, además del precio político que conlleva para los países occidentales, supone una sangría económica para los países más pobres… A los ojos de la historia, nuestra generación cargará con la responsabilidad de haber dejado desarrollarse, en la estela de la globalización, gérmenes letales para la democracia. La banalización  de la corrupción es, de hecho, el reverso de una sociedad mercantilista en donde el dinero tiende a convertirse en el único criterio de valor y en el único horizonte del individuo.  En uno de los párrafos finales de la obra comentada, Joly nos relata: «Aunque el ejercicio de la autoridad me ha resultado penoso interiormente, estoy orgullosa de haberlo asumido. Pues es una tarea indispensable para vivir en sociedad. Hacer justicia es una manera de crear, que apacigua los sufrimientos y previene desgracias evitables. La sanción es equiparable a los faros costeros: nos guía. Y a veces nos ilumina».

A manera de colofón deseamos agregar que recientemente la organización Transparency International dió a conocer los nombres de las 10 figuras políticas más corruptas de las últimas dos décadas, ocho de las cuales gobernaron a países pobres. La lista incluye a tres gobernantes latinoamericanos  Jean-Claude Duvalier de  Haití, Alberto Fujimori  de Perú y Arnoldo Alemán de Nicaragua.

¿A quien le tocará el despreciable privilegio de ser el cuarto gobernante latinoamericano corrupto a inscribirse en esa lista?

Publicaciones Relacionadas

Más leídas