Corrupción histórica y democracia parlamentaria

Corrupción histórica y democracia parlamentaria

Al reiterar públicamente que el gobierno del Presidente Leonel Fernández Reyna y del Partido de la Liberación Dominicana era el más corrupto de la historia nacional, algunos diputados de esa organización política se rasgaron las vestiduras sobrecogidos de indignación. Para contrariar mis opiniones se deshicieron en elogios a la honestidad de sus líderes mayores y en abominaciones contra mi persona. Vale la pena relatar los hechos que provocaron ese enardecido arrebato:

 El 14 de septiembre de 2011, en el programa matinal “El Despertador” dirigido por Marino Zapete, hice referencia  a la corrupción en el seno de la dirección política del Partido de la Liberación Dominicana y subrayé no ser el único que estaba convencido de que el gobierno del Presidente Leonel Fernández se confirma como el más corrupto de la historia nacional.  En la sesión de la Cámara de Diputados de ese mismo día un diputado peledeísta, haciendo uso de un turno previo, calificó esas declaraciones como inciertas al tiempo que defendía la absoluta transparencia de su partido y de sus líderes mayores.

Cuando traté de responderle, la Presidencia de la Cámara me informó de la existencia de una disposición reglamentaria que  me impedía hacerlo en la misma sesión.  Frente a ese impedimento solicité por escrito un turno previo para el día siguiente. En la sesión del día 15 de septiembre robustecí mis aseveraciones dando lectura al informe de una institución bien conocida por el Presidente Leonel Fernández, puesto que en su seno, en más de una oportunidad, ha “conceptualizado” en torno a la transparencia y otras lindezas.

En el “Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial”, correspondiente al período 2011-2012, se señalan tres aspectos definitorios de la corrupción del gobierno dominicano: despilfarro en el gasto gubernamental, favoritismo de los funcionarios del gobierno y desvío de los fondos públicos. De los 142 países  tomados en cuenta en ese estudio, la República Dominicana, vale decir, su gobierno, fue situada en los lugares 140, 141, 142, correspondientes a los tres aspectos antes apuntados.  No es, pues, osado, de ninguna manera, titular al gobierno del Presidente Leonel Fernández Reyna y del Partido de la Liberación Dominicana como el más corrupto de toda la historia dominicana.

 Son los hechos mismos, su análisis, su volumen, el contraste que evidencian entre la vida de ayer y el alarde de riqueza de hoy, los que sentencian y hacen inocultable el descrédito. Tras la desaparición de Juan Bosch, el surgimiento de una jerarquía contaminada se explica en el discurrir teórico de ciertos líderes del Partido de la Liberación Dominicana.  Pragmáticos, han venido arguyendo que la política es el arte o la ciencia de lo posible y que, por ende, de lo que se trata es de alcanzar el poder a como dé lugar, sin importar que la postura conlleve mentira, demagogia, traición a los principios, corrupción, compra de conciencias.  Ese pragmatismo, ejercido de manera cabal por el Presidente Leonel Fernández Reyna,  es lo que ha fundamentado las conclusiones del Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial.

 Muy a pesar de la norma reglamentaria que prohíbe responder a quienes agotan un turno previo, el Presidente de la Cámara de Diputados no sólo intervino él  mismo, sino que permitió que lo hiciera la Vicepresidenta y tres  diputados más de su partido.

 Ahora bien, lo que me resultó extraño fueron las palabras de un diputado perredeísta, a quien también se le permitió hablar. Expresó entonces que referirse a la corrupción y a los corruptos en nada beneficiaba a la sociedad dominicana y, además, que en la Cámara de Diputados se debía discutir asuntos que fueran en provecho de la sociedad dominicana.  Extraño, porque esa es una Cámara donde, de una u otra forma, la mayoría de las cuestiones que se aprueban producen jugosos dividendos (véase el Metro). Y, extraño, porque no se deberían ignorar los daños que infiere la corrupción a la sociedad, sobre todo a pueblos pobres como el nuestro.  Daño moral y daño material.  Daño a la conciencia ciudadana y al Estado de Derecho.  Daño a la economía y a la libre competencia. Daño al erario, a la contribución fiscal del ciudadano y a la inversión extranjera. Daño a la clase política, a la obligada transparencia del funcionario público, a la capacidad de defensa de la sociedad y al ejercicio de una sana justicia.  El análisis de las consecuencias de cada uno de esos aspectos es también, junto a otros factores, causa eficiente de la feroz criminalidad que actualmente azota a nuestro país.

 Todo cuanto dije lo fue a plena conciencia, a sabiendas de que es una obligación la lucha contra la perniciosa, desbocada y confirmada corrupción del gobierno de Leonel Fernández Reyna.

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