¡Corrupción y cuenta nueva!

¡Corrupción y cuenta nueva!

MANUEL E. GOMEZ PIETERZ
La República Dominicana es la geográfica utopía en que idílica y armoniosamente conviven en paridad numérica los corruptos con los encanallados. Aquí la corrupción recurrentemente se renueva y se refresca en el ciclo corto de un cuatrienio. Esa es en nuestro medio, la fluyente realidad natural de las cosas; cual ocurre en el poderoso reino invencible de los insectos. Y es también la fatídica condena de nuestro eterno retorno.

En nuestra informe y nebulosa mitología vernácula se podría representar a esta lacra como una deidad con dos caras. La una, es la cara fea y calamitosa del engaño y la maldad. Es la que el hombre probo ve como un pasivo oneroso. La otra, es la cara sonriente y promisoria de abundancia y riqueza. Es la que el político ambicioso y corrupto en ciernes, ve como un activo auspicioso. En el quehacer político de este país, la política no es el arte de administrar el poder con positiva ganancia social; sino el de administrar la impunidad con ganancia futura del partido. Con mayor o menor discreción y donaire, la voluntad política oscila entre la demagogia y el encanallamiento, que es un estado de conciencia invertida que permite al encanallado aceptar y convivir en paz y sin reproches: con la irregularidad, la inmoralidad, y el vicio.

Es esa práctica inveterada la que da existencia tan larga a la corrupción y va sedimentando en la sociedad la cultura del fraude y el cohecho. Que invierte en los nuevos gobiernos la prioridad del castigo y pone en movimiento desde el inicio de su gestión, la recurrencia del eterno retorno. Que da el tiempo necesario para que el encanallamiento se encargue de bloquear y extinguir la justa indignación popular y su anhelo de justicia y castigo.

El abuso recurrirá hasta que la deuda de justicia acumulada en el inconsciente colectivo llegue al punto de estallido que alumbre en la conciencia del ciudadano, la certidumbre de que el único recurso para cambiar ese estado de cosas, es la liquidación del abusivo y costoso sistema tradicional de partidos políticos. Y ahí será el llanto y crujir de dientes de tanto abusador corrupto.

«Poena pede claudo» -justicia de pie cojo-, sabiamente sentenciaban los romanos, queriendo significar que aunque en ocasiones demore, finalmente llega. Coja; no paralítica. Sobre todo, la justicia colectiva. Que sepan nuestros políticos que su parálisis permanente, requiere en el momento de las radicales soluciones, amputación total y definitiva. Y ahora estamos en el umbral inmediato e inminente de ese momento.

Esta lacerada república pugna hoy por superar el más aciago, peligroso, y disolvente período de su historia. Por obra y consecuencia de la suprema ignorancia, el cinismo descarado y el menosprecio de toda regla del decente comportamiento, sólo equiparables en magnitud a la corrupción que desde la cabeza descendió a todos los niveles de la administración.

Los responsables de tanto desgobierno traficaron con el futuro de la república, embargando su soberanía vía deuda externa, patrimonio ecológico, deterioro del medio ambiente, convenios dolosos comprometiendo recursos nacionales privilegiando entidades extranjeras, pactando con el narcotráfico y saqueando en beneficio propio el patrimonio raíz del Estado.

Quienes apostaron por la ingobernabilidad en la actual administración, engallados por la cojera de la justicia que confunden con impunidad, ahora «bravuconan» en forma amenazante, que harán una oposición contundente al gobierno de Leonel Fernández. ¡Ojalá lo hagan! Porque con ello apurarán el paso de una justicia que topará con mucha tela que cortar. Sus menores aprenderán cual es la diferencia entre «cojeras» y «parálisis» y todos veremos lo que ocurre cuando un gobierno en la cumbre del prestigio y el tope de la popularidad, decide darle batalla a una facción de partido, hundida y revolcándose en la tenebrosa sentina de la conspiración.

Un agudísimo lector ha reprochado nuestra machacona insistencia en el tema de la corrupción y en la necesidad de perseguir y castigar severamente a los corruptos. ¡Su obsesión destila odio y saña! -nos dice-, Nuestro lector tiene razón, pero solamente si ignora la motivación que se explica en nuestra respuesta: ni saña ni odio, sino racional indignación. Porque nos motiva la absoluta convicción de que el futuro de nuestra hábil nación, pende del éxito de la presente gestión del PLD. Si fracasa, no hay futuro cierto y promisorio. Ganarle la partida a quienes armados con los recursos allegados en cuatro años de absoluta corrupción, que vacíos de principios y huérfanos de patriotismo, han jurado y apostado por la ingobernabilidad del país en el período que corre; tiene como prerrequisito y condición sine qua non, sentar a los corruptos de marras en el largo bando de los acusados. Eso creemos. El tiempo dirá.

Vienen aquí, a tiempo y a cuento, los versos finales del gaucho Martín Fierro: Que naides se sienta herido -porque a ninguno incómodo- y si canto de este modo- por encontrarlo oportuno- no es para mal de ninguno -sino para bien de todos.

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