Corrupción y desmoronamiento

Corrupción y desmoronamiento

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
De arrancada me voy a apoyar en Pedro Francisco Bonó, el venerable, quien escribió y publicó en 1885: «La corrupción, he aquí nuestro gran mal, mal que nos circunda, nos penetra y nos tiene bien cerca de la muerte, mal que causará la desaparición de nuestra nacionalidad si no procuramos contenerla y corregirla pronto y radicalmente».

Todos nuestros males proceden de la corrupción.

Es la corrupción la que inutiliza los organismos investigativos del Estado, y los ciega y ensordece de silencios y artimañas malditas. Así ni ven, ni oyen, ni previenen crímenes monstruosos -de toda laya- que se cometen a pleno sol.

En los barrios populares, sus moradores y visitantes- compradores saben perfectamente dónde venden drogas, quiénes organizan y dirigen asaltos, violaciones y asesinatos, quiénes tienen el negocio de vender armas de fuego diseñadas para la guerra. No es que hay que desarrollar una compleja investigación encubierta apelando a técnicas de inteligencia (que anda muy decaída por todas partes).

No.

La información está a flor de labios en los colmadones, en los callejones, en las esquinas sombrías, y se obtiene gratuitamente porque es un comentario de lo consuetudinario, de lo que se mueve por allí, por donde aparecen vehículos de lujo a ciertas horas, metidos en la manipulación de estupefacientes o armas. Pero la autoridad, esos cuerpos que paga el pueblo para que lo defienda, es la única que «no se entera». Ocasionalmente aparecen en un «operativo sorpresivo» en busca de estupefacientes (siempre pocos en relación con lo que se mueve) y recogen una cantidad de puñales «sacahígados», «chilenas» y una que otra pistola o revólver.

El mal se expande. Ya las céntricas zonas comerciales o residenciales han sido alcanzadas. Ningún lugar es seguro. La edad de los delincuentes ha descendido hasta incorporar la infancia. Tenemos niños asesinos y ladrones en extremo crueles, que, tras cometer su delito, hieren o matan a la víctima indefensa que ruega por su vida.

Repito que todo se origina en la corrupción montada sobre una impunidad ágil y eficaz en el mal, que promueve el conocimiento de las drogas y la entrada en un mundo alucinante, obnubilado, regido por antivalores trágicos, a fin de que los incorporados trabajen para beneficio de los corruptores.

Se ha creado una cultura del dinero fácil, borrando todo vestigio de respeto a tradicionales valores positivos del humano. Ser decente, tener a orgullo aquello de «Yo soy pobre pero honrado», está fuera de la escala axiológica de las nuevas multitudes.

Es que el mundo va mal.

Cierto que con el descomunal avance de los medios de comunicación masivos se entera uno de todo cuanto de malo ocurre en el mundo, y tan cerca y pronta recibimos la información acerca de la violación y asesinato de una niña o niño impúber en nuestra ciudad, como de las masacres de inocentes civiles en Irak, o de otros horrores que tienen por escenario el Cercano Oriente.

Y se embota la indignación. Quisiera uno emitir un alarido espantoso que pudiese frenar, ralentar tanta maldad.

¿Por qué afirmo que la corrupción es la responsable de tan terrible panorama? Porque es la que aplasta la delicada función de la conciencia, del conocimiento interior del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar, cualidad en la cual late una proclividad acomodaticia que tiende a justificar cuanto genere beneficios propios, aún a costa de dañar al prójimo.

Es la corrupción la que permite el trasiego de armas y drogas desde Haití, junto a contrabandos fenomenales; es la corrupción la que ciega a los policías y militares para dar lugar a la formación de bandas criminales disciplinadas que han roto la tranquilidad y seguridad de nuestro país, y que ya desbordan los barrios marginados.

El remedio no radica en estudios enjundiosos, con gráficos creados con barras de computadoras, cargados de explicaciones sociológicas bellamente hilvanadas. Eso es perfecto y lógico cuando se trata de prevenir, no cuando nos ahogamos en la inseguridad ciudadana.

Se requiere acción urgente. Vigilancia, anticipación y castigo severo a la delincuencia.

Es que se nos desmorona el país.

Nada menos.

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