(4)
Hasta ahora, los modelos oligárquicos han funcionado con bastante eficacia tanto en los países subdesarrollados como en los países desarrollados. La revolución de las comunicaciones, la inteligencia artificial a disposición de los usuarios semi-analfabetas provenientes de los sectores sociales más carenciados, hace al parecer aún menos probable el surgimiento de modelos de sociedades capaces de funcionar sin que sea la corrupción el eje y motor de estas.
El tránsito vehicular en países como el nuestro es un excelente ejemplo de que la corrupción es sinovia y parte del sistema sanguíneo de nuestros países. Algo que los agentes de tránsito supieron mucho antes que el resto de nosotros, y acaso con gran sentido práctico y no carente de humor y sabiduría han llegado primero a no castigar la delincuencia habitual de motociclistas y transportistas, y finalmente, a ni siquiera percibir (repito, ¡no percibir!) una serie de importantes y frecuentes inconductas castigadas por la ley.
Puede leer: Cuando la corrupción es el sistema
Los servicios de moto concho, de transporte y mensajería, son hoy día tan vitales que un paro de estos actores paralizaría la economía y el sistema público y privado del país.
Un segundo ejemplo lo es el de la inmigración ilegal. Y en este asunto, los ciegos no son solamente los guardias fronterizos o los agentes y funcionarios de la Dirección de Migración.
Se trata de que la inmigración haitiana provee la mano de obra sin la cual la economía nacional no puede funcionar razonablemente en las circunstancias actuales, esto es, sin una mecanización del agro, y mejores pagas para potenciales aspirantes criollos para laborar en la construcción. En todo caso, se requieren años de formación y motivación para que los criollos sustituyan a los inmigrantes.
Un caso más crítico lo es el comercio de estupefacientes, cuyos lugares de expendio suelen coincidir o estar próximos a puestos de lotería, siendo dicho comercio un elemento clave en la importación de productos terminados necesarios para nuestra economía y probablemente responsable de la enorme cantidad de vehículos de motor que sobreabundan en nuestras calles.
Esta actividad posee importantes enlaces y ramificaciones respecto a otras industrias y negocios, así como con respecto al sistema financiero local. Su presencia en la política ha sido frecuentemente denunciada, a altos niveles y mediante ingeniosas formas de penetración.
Lo que se suele llamar “la corrupción” permea importantes estratos de nuestra sociedad y sistema productivo. Aunque, obviamente, la corrupción administrativa y de instituciones como la Policía ha sido conocida y manejada “inteligentemente” por diferentes gobiernos. El presidente Balaguer hablaba de” el alimento del boa”, y se ha hablado de grandes sumas ingresando y circulando en torno a importantes cargos y funciones en estos y otros ramos de nuestro sistema de orden y justicia.
Como lo destaca diáfana y brillantemente Julio Cross en su reciente libro “Develando Trampas”, muchas permisividades son parte inherente de nuestro sistema institucional, casi siempre con anuencia y contubernio del aparato político-económico, público y privado, pero tenido como mecanismos de licencias para estabilizar el funcionamiento del sistema financiero y la estabilidad económica de nuestro país.