Concluye el año dejando, en todos los dominicanos, la sensación de que vivimos, en el país que más amamos, sepultados en un lodazal de la violencia, de la corrupción, de las drogas y del abuso de quienes nos gobiernan, que hacen y deshacen a su antojo con los recursos que pagamos de impuestos, o con los préstamos que se comprometen, sin ton ni son y a raudales, para beneficio de unos cuantos.
Nunca antes el país había sido llevado, a cuenta de una supuesta y abundante capacidad de endeudamiento, a comprometerse con tantas instituciones internacionales de crédito privado, en especial brasileñas y españolas, que nos han traído varias empresas contratistas de esos orígenes, recibiendo toda clase de exoneraciones de materiales, equipos, impuestos y hasta del papel higiénico que utilizan.
Y la gravitación de la corrupción sobre la sociedad es algo preponderante, ya que en la última encuesta de la Gallup-HOY, solo alcanzó una baja valoración de un 9%, demostrando de esa manera que vivimos en un maltrecho país, ya que lo mal hecho con los recursos del Estado es aceptado como algo consustancial a la categoría de empleado público.
Ese bajo porcentaje de la encuesta señala que nos preocupamos más por la violencia, la inseguridad ciudadana o la falta de energía, a que se roben el dinero público, por lo que no es de extrañar de la alarma internacional, que ya nos arropa a todos, al aparecer cada día más sectores oficiales, funcionarios, militares y policías involucrados en las cosas mal hechas, en especial con el comercio de mujeres, trasiego de drogas, que han convertido al país en el trampolín del Caribe para llegar hasta los centros de consumo de la costa este de Estados Unidos y de España, Italia, Francia y Bélgica.
Finaliza el 2011 con una avalancha de contratos sobrevaluados, en que el valor de casi todas las obras construidas o en construcción, tienen por lo menos un 40% de costo superior a su valor real, lo cual ha perjudicado enormemente al país.
En la construcción de presas y carreteras ha ocurrido un festival de presupuestos sobrevalorados, y que no resistirían una auditoría forense para fijar sus valores reales. Pero ahora, en medio de una intensa y acelerada campaña electoral, se notan más los excesos en muchas obras, ya que los contratistas deben favorecer con sus aportes voluntarios al candidato oficial; de otra manera, podrían perder sus contratos, si son dominicanos, pero con los extranjeros, sus embajadas se encargarían de proteger sus inversiones y más a los bancos prestatarios, que tan alegremente han otorgado más de $7 mil millones de dólares para las obras más diversas.
La parte no maleada del país está acorralada, al enfilarnos hacia un país dominado por la corrupción y convertido en punto de despegue para hacer llegar las drogas a los mercados de mayor consumo en el mundo. A la vez suplimos, junto con Rusia, Tailandia e Indonesia, a las mujeres más buscadas en el mercado sexual.
Los que deben defender la integridad de la Nación se han hecho de la vista gorda, prefiriendo afianzarse en un liderazgo, que tiene el desencanto de una Nación hacia un líder, del cual se tuvo la ilusión que poseía las cualidades esenciales para crear confianza y respeto por sus ejecutorias de estadista.