El ingeniero geólogo Romeo Llinás manifestó que la distancia entre las fallas del Norte y del Sur es de menos de 300 kilómetros, lo que hace que el riesgo sísmico para la isla sea mayor y más aún con un desarrollo desordenado del crecimiento de las ciudades.

Indicó que tener esta distancia relativamente corta entre esas fallas trae como consecuencia que los esfuerzos acumulados en las placas generen deformaciones que se van transmitiendo y fracturando la corteza terrestre. Dijo que eso se vivió en enero pasado cuando se produjeron varios eventos en el Norte, Sur y Este. En una distancia tan corta como la que tenemos de Sur a Norte los problemas de eventos sísmicos se mueven de un lugar a otro. Apuntó, además, que la isla constituye todo el borde de la placa del Caribe.

Llinás indicó que la amenaza es ligeramente mayor en cuanto a magnitud de eventos sísmicos en el Norte que en el Sur. Sin embargo, expresó que el sismo de 7.1 grados en Haití en el 2010 evidenció el alto riesgo de la región Sur.

Recordó que previo a ese temblor ya un estudio en el 2008 planteó el potencial sísmico de la falla Enriquillo que sale de Jamaica, cruza por Haití y culmina en la zona de Barahona, en el sur de la República Dominicana, para generar un sismo superior a los siete grados.

Llinás manifestó su temor de que la mayor peligrosidad está en el lado dominicano, porque las curvas más fuertes de las fallas, que es donde se acumula más energía, se encuentran entre las provincias Baoruco y Barahona.

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Llinás explicó que los terremotos se deben a los movimientos de placas, lo que a su vez ha permitido el desarrollo de ambientes geológicos favorables a la vida y la presencia de agua en la corteza terrestre, que es un elemento esencial. Anotó que el planeta tierra está en posición privilegiada en el sistema solar por su geología, de ahí que hay que aprender a vivir con los sismos.