Cortitos

Cortitos

Quien les escribe en esta ocasión es Mauricio Ramos, hijo menor del autor de esta columna de tantos años. Como mi padre, he seguido la profesión tantas veces criticada del derecho. La razón de mi relevo no es más que la triste realidad de un derrame cerebral que ha sufrido mi padre. No es mi intención en ningún momento tratar de igualar mis comentarios a los de su conocido ingenio y forma de expresar su pensar y sentir en muchos temas de nuestra realidad dominicana; sino que es la forma de explicar su ausencia momentánea, con Dios por delante de su columna. Trataré de mantenerles al tanto de su condición y progreso por esta misma vía.

La vida da muchas vueltas y no sabemos cuánto nos puede cambiar en tan solo un instante, en un abrir y cerrar de ojos, lo importante es saber vivirla y saber que la felicidad no es un lugar donde se llega, ni un objeto preciado que lo compra el dinero, la felicidad a mi manera de ver, es saber reconocer los momentos plenos que tenemos en salud, compartiendo con amigos, seres queridos o tan solo sabernos amados por alguien que de veras nos importa en la vida. En momentos como éste que vive mi padre es que nos podremos dar cuenta de quiénes han sido a través de su vida sus amigos, sus colegas y sus verdaderos compañeros de trabajo. En estas situaciones nos probamos como seres humanos, como hermanos, como hijos y de verdad nos damos cuenta qué tan efímera es la vida, pues un día antes de lo ocurrido, pude disfrutar, ojalá no por última vez, del sonido de la risa de mi padre y de su voz en una corta pero amena conversación que tuvimos por teléfono. Ojalá la próxima vez pueda ser él que me dicte lo que quiere que salga en esta columna. Hasta la próxima. Gracias.

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