Cuando se restableció el servicio en la terminal norte del aeropuerto Las Américas, los pasajeros de JetBlue pensaban que podrían viajar con mínimo retraso.

El apagón, sin embargo, inutilizó el sistema informático del aeropuerto.

Por ello, a pesar de estar en la terminal norte, los pasajeros de JetBlue tampoco pudimos viajar a tiempo. Pues al carecer esa aerolínea de procedimientos para trabajar manualmente, no pudimos recibir nuestros pases de abordaje.

Una concesión tan rentable como la que opera Siglo XXI en nuestros aeropuertos debiera conllevar un compromiso más firme con la calidad del servicio.

Contando con las plantas de emergencia que le permitan restaurar de inmediato el servicio frente a accidentes como el del domingo.

Teniendo preparado un sistema informático completo de respaldo (backup) en capacidad de sustituir sin dilación al principal en caso de desperfectos.

Blindando todos sus sistemas frente al riesgo de catástrofes climáticas, eléctricas y sísmicas.

E informando al público de manera oportuna sobre los problemas en curso y las acciones tomadas para superarlos.

Este país isleño nuestro está expuesto a demasiados riesgos.

Estando la operación de su infraestructura crítica en manos de un concesionario cuya calidad del servicio ha quedado tan severamente cuestionada incrementa el impacto de esos riesgos de manera considerable.

Afortunadamente, el país tiene otros aeropuertos con conexiones internacionales comparables. Así, aquellos que no pudimos volar desde Santo Domingo pudimos hacerlo desde Santiago.

Lamentablemente, por decisión propia y no por iniciativa de la aerolínea.

Pero a excepción de los de Santiago y Punta Cana, todos nuestros demás aeropuertos comerciales están en manos de Siglo XXI.

¿Qué dicen ProConsumidor y el Departamento Aeroportuario de todo esto? ¿No debieran intervenir para imponer las medidas correctivas que el concesionario ha fallado por tanto tiempo en adoptar?