El cortometraje es el vehículo ideal de expresión para los realizadores o directores jóvenes que en ocasiones escogen este formato (por razones de costos, tiempo de producción) como presentación de trabajos de grado o sencillamente para practicar la articulación de sus ideas y aptitudes narrativas, un área de desempeño explorada por todos los grandes directores de la historia del cine.

El cortometraje es a un largometraje, guardando la distancia y cuidando las equivalencias peligrosas, lo que es el cuento a la novela (un relato sintetizado, vertiginoso, más intenso), cuya diferencia fundamental (extensión, intensidad sin respiros), tiene que ver con el tiempo invertido en su disfrute. En este sentido, la Cinemateca Dominicana presenta al público dominicano esta breve muestra de cortometrajes de realizadores españoles, iniciando hoy a las 7:00 de la noche. Abre con “El triste precio del olvido”, realizado en nuestro país por David Cavada, un joven realizador español de talento probado que aborda el relato de Mikael Ronzino (dominicano), el cual narra la historia de un crimen pasional cometido por “un hombre común que sufre una descarga de celos infundados por un comentario inocente que le hizo su novia después de pasar la noche juntos”. “Aquí es cuando Miguel Ángel, bajo el efecto de los celos irracionales, se convierte en una persona desconfiada e insegura sobre la figura de Julia, y empieza a planear la forma de cómo acabar con su vida, en una noche de Viernes Santo”.

Otros de los cortos a presentarse son “La ruta natural”, de Alex Pastor; “Hongos”, de Ramón Salazar Hoogers; “Minitauromaquia”, de Juan Pablo Etcheverry; “Franco no puede morir en la cama”, de Alberto Macías; “Una luz encendida”, de Alber Ponte; “Corre Adrián”, de Luis Deltell, entre otros muchos cortometrajes que comparten el rasgo distintivo de la ejecución de grandes innovaciones, en ocasiones rayanas en lo genial, a la aplicación de considerables valores de producción, creación de nuevos aportes a la forma de la narrativa, originalidad fresca y a veces cándida y descabellada, todos respondiendo de forma elocuente al calificativo de “divertidos”.