Cosas de cultura

Cosas de cultura

ÁNGELA PEÑA
A la ministra de Cultura de España, Carmen Calvo, le ha caído encima la intelectualidad de su país porque convirtió en femenina la palabra fraile, haciendo uso de un refrán al hablar del dinero que se destina a la cartera. «Para esta ministra que ha sido cocinera antes que fraila», expresó, significando que había sido consejera de Cultura en Andalucía.

«¡La metió! ¡No puede ser! ¿Cómo puede haber dicho eso? ¡La curtió! ¡Tremendo! ¡No sabía que se podía llegar a límites tan estúpidos!, comentaron sobresaltados los productores de La Brújula, en Onda cero, declarando siniestro «a este asunto de llamar género al sexo», y poniendo como ejemplos los desaciertos de distinguir entre juezas y jueces, ciudadanos y ciudadanas, economistas y economistos, periodistas y periodistos y otros términos con los que relajaron en su tertulia, entendiendo que lo de Carmen Calvo «es el colmo de la degeneración». El segmento del programa fue enviado por Periodistadigital.com, una de las más leídas y bien logradas publicaciones de Internet, que se refirió también a otros espacios radiales que arremetieron contra «la fraila ex cocinera».

Reproduce, además, artículos de Arturo Díaz, Jaime Campmany, de ABC y Alfonso Ussia, de La Razón, dando leña a la funcionaria por haber soltado «esa perla», cometiendo semejante «traspiés lingüístico», lapsus, chiste o error «para consagrar la pifia como frase de la temporada». Todo lo que Ussia redactó está en femenino, como un bufeo a la falta de la dama: «La Ministra de Cultura, jóvena mujer con una gran responsabilidad en la Gobierna de Zapatera, ha dicho…». Campmany manifestó que «Carmen Calvo siempre enriquece el acervo cultural y esto de «fraila es una manera de celebrar el centenario del Quijote».

Si los comentaristas españoles, que han reaccionado tan escandalizados por lo que el departamento de prensa de la ministra consideró «una broma con un refrán» vienen a la República Dominicana y escuchan radio y ven televisión, aunque sea por minutos, se caen muertos. Aquí hace tiempo que el idioma se «femeninizó» arbitrariamente, y en un afán de igualdad que nada tiene que ver con la palabra, hombres y mujeres cambian el género según el grado de su demagogia o el nivel de ansiedad de sus aspiraciones de contrapeso, en el caso de algunas rabiosas defensoras de los derechos de la mujer.

Políticos, gobernantes, sacerdotes, periodistas, escritores, presentadoras de televisión, lectores de noticias, abogados, realizadores de programas han hecho del habla una mojiganga con eso de dominicanos y dominicanas (cuando no es necesario ni correcto), clientas, oyentas, pacientas y otras quinientas, y al escribir confunden al más ilustrado de los lectores con sus aes entre paréntesis y sus arrobas.

Pero si ese amaneramiento es grave, peores son las faltas de dicción y ortográficas que se aprecian no sólo en declaraciones, comentarios, sermones y alocuciones sino en comunicaciones que proceden de la propia gente que tiene que ver con Cultura. Un amigo se horrorizó cuando al leer el documento que lo nombraba en esa secretaría, se encontró con este poema: «Nos place comunicarle que usted a sido designado…».

Sin embargo, en la República Dominicana estos desaciertos ya no causan ningún impacto porque el lenguaje también es parte de la degeneración total.

El presunto yerro de la ministra de Cultura de la Madre Patria aún es motivo de revuelo. La han bautizado como «La fraila Calvo» y Luis Oz, de El Mundo, dice que «se merece una estatua como castigo». Aquí faltaría espacio para tantos monumentos.

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