Cosas del Homo Sapiens

Cosas del Homo Sapiens

Quiero pensar que soy, a nivel muy macro por lo menos, una persona optimista. Suelo estar en desacuerdo cuando oigo hablar de lo “mal que está el mundo “y “lo pérdida que está la juventud”. Lo mismo decían mis abuelos de mis padres y mis padres de mi generación: tanto se habló en mi casa del largo de mi pelo durante los años 70, que le atribuyo a este estrés mi calvicie prematura.

A pesar de lo aborrecible de la delincuencia actual, no es nada comparada con la de los siglos XVIII y XIX (y ni hablar de la edad media). Con todo y las dos guerras mundiales del siglo XX, está claro que ahora nos matamos más esporádicamente y somos menos crueles con los vencidos. A pesar de los abusos que permanecen, a pocos nos ahorcan por disidencia política (pensar mal del rey) y disfrutamos de derechos humanos impensables hasta hace poco. El régimen de esclavitudes tuvo vigente hasta 1888 en Brasil. Dictaduras y desaparecidos son excepción en vez de regla.

Me he sentido sólido en mi posición optimista, porque creo que progreso es igual a bueno, basándome en la historia. Soy un fan de los hombres del Renacimiento. Pero la solidez de mi optimismo progresista ha menguado tras leer “de animales a dioses: breve historia de la humanidad” (2013) de Yuval N. Harari.
Agradezco a mi amigo Manuel C. que me lo haya regalado. El libro relata con rigor científico pero, además, con mucha originalidad, la corta historia del homo sapiens en el planeta. Para poner perspectiva, quiero recordar que el homo sapiens existe desde hace unos 50,000 años y que vivimos en establecimientos agrícolas permanentes sólo en los últimos 12,000 años.

Harari – y esta es la idea revolucionaria- plantea que la agricultura “fue el mayor fraude de la historia” para los humanos, porque “dejó a los agricultores con una vida generalmente más difícil y menos satisfactoria que la de los cazadores – recolectores (pág. 98).

El argumento resumido es el siguiente: Aunque el trigo permite mucha más comida por unidad de territorio, exige muchas horas de duro trabajo de campo a personas cuyo cuerpo estaba adaptado a trepar árboles y a cazar. El asentamiento permitió al homo sapiens multiplicarse exponencialmente (de un parto por lustro a un parto por año) con el consustancial aumento en la demanda de comida. El miedo a la escasez y la vida en poblaciones concentradas cuadriplicó el número de muertes violentas, sobre todo en época de sequía. Para poner “orden” (entre otras razones) surgieron castas policiales, militares, políticas y religiosas que consumían sin trabajar en el campo. Aumentó la población pero no así la expectativa de vida, que es un fenómeno del siglo XX.

Harari no evade explicar por qué los sapiens no abandonaron la agricultura y regresaron a la recolección y la caza. Facilita dos líneas argumentales: La primera está en la ciencia de la evolución: a la especie le conviene más que vivan 1,000 copias de ADN, aunque en peores condiciones, a que sólo sobrevivan 100. A veces, el interés del individuo y el de la especie no coinciden.

La otra está en “la trampa del lujo”: ante la abundancia inicial, los sapiens aumentaron sus expectativas y nunca quisieron renunciar a las mismas. Cuando la sobrepoblación se hizo evidente, trabajaron más horas y más duro, ellos mismos o sus esclavos.

Combinadas, la trampa del lujo y el hecho de que el interés de la especie puede dominar al interés del individuo, producen un “coctel” terrible, una receta ideal para tomar malas decisiones. El propio Harari- no sé si conscientemente- las asocia cuando evalúa la sociedad actual (pág. 420): “nosotros los modernos tenemos un arsenal de tranquilizantes y analgésicos a nuestro alcance, pero nuestras expectativas de comodidad y placer y nuestra intolerancia a los inconvenientes y las incomodidades han aumentado hasta tal extremo que es probable que padezcamos más (dolor) de lo que nuestros antepasados lo hicieron nunca.

Prosigue Harari: “Es difícil aceptar esta línea de razonamiento…”. Quizás. A mí, como mínimo, me obliga a repensar las prioridades, asignándole valor a las cosas y las situaciones desde un punto de vista distinto. El concepto de crecimiento fue superado por el de desarrollo. Al de desarrollo debe superarlo el de bienestar.

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