Cosette Alvarez – El foco de atención

Cosette Alvarez – El foco de atención

ROMA, It., UE Una de las sorpresas más grandes que, al menos a mí, proporciona la novedosa prensa interactiva, es dónde se encuentra ubicado el foco de atención de nuestros lectores. No era difícil adivinar cuáles articulistas ni qué tipo de noticias concitarían mayor número de comentarios. Sin embargo, el tenor de los comentarios por momentos resulta impresionante.

Retrocedo un poco, para tomar impulso. Con la finalidad de mejorar mi fluidez en el idioma italiano, bueno, y para entretenerme sin necesidad de gastar un dinero que no tengo ni morirme de frío en la calle, estoy pasando más horas frente al televisor de las que realmente quisiera. Y he visto muchos reportajes sobre países pobres donde los italianos y otros europeos son cooperantes, con escenas de un patetismo que no recuerdo haber visto jamás en la República Dominicana.

También he visto reportajes sobre países como éste, llenos de historia, civilizados, ricos, desarrollados, industrializados, pero además con cambios de estación, de temperaturas, en los que hay ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho que viven (por lo tanto, duermen) en la calle, viven de la mendicidad, limpian vidrios de carros en los semáforos y todas esas situaciones que a nosotros, los dominicanos, nos hacen sentir todo lo pobres que somos cuando las vemos en nuestro territorio.

Con eso quiero decir, y no para que nos demos un consuelo de tontos con el mal de muchos, que si bien somos un país pobre, muy pobre, no estamos tan mal como otros ni nuestros rasgos de pobreza están completamente erradicados ni resueltos en el mundo civilizado. Creo que nuestro estado de pobreza sería de solución más o menos fácil, de una cierta rapidez si, por un lado, logramos abolir la práctica politiquera en la forma actual, peeeeero también nuestra actitud hacia nosotros mismos y hacia los demás.

Nosotros perdemos demasiado tiempo llevando cartones ajenos, juzgando la vida y las acciones de los demás. Y no hacemos nada. Nada constructivo, nada positivo. Ni por nosotros mismos ni por nadie. No sé cuál de los dos males es peor, si la corrupción de la que todos somos cómplices así sea por omisión, o nuestro espíritu chismográfico que nos toma todo el tiempo de vivir. Nosotros, con toda razón y todo el derecho, criticamos a los corruptos. Nosotros, con todo nuestro ánimo caribeño, competimos con los corruptos, entonces, les damos vigencia.

Por ejemplo, siempre mencionamos el símbolo de las yipetas y nos atrevemos a jurar que cualquier persona que conocimos ni siquiera en bicicleta, sino en chancletas, consiguió la yipeta corrompiéndose. Pero queremos una yipeta también y entonces, sea porque no nos corrompemos o porque no tenemos acceso a la corrupción, nos endeudamos, lo que representa un acto en contra de uno mismo por un motivo absolutamente pueril. Que se sepa, la carencia de una yipeta no es causa de enfermedad ni de muerte.

Nos falta mucho para llegar al punto de determinar dónde debemos colocar el foco de nuestra atención. Los males no se corrigen únicamente señalando a los demás, viendo las pajas en los ojos ajenos. Cada uno tiene que poner de su parte. Y, mientras no tomemos las riendas de nuestras propias vidas, la de nuestros dependientes, y seamos capaces de ejercer la solidaridad, no vamos para parte. Tenemos que sanear nuestro fondo mezquino, dejar de alegrarnos de los males de quienes nos rodean, de hacer una fiesta cuando podemos decir que el otro es malo para quedar nosotros como buenos porque tal específica cosa no la hacemos (pero hacemos otras).

Revisemos nuestros falsos valores, nuestra falsa piedad, nuestra doble moral, todas nuestras dobleces. Creo que sacar nuestro país hacia delante no es demasiado difícil. Un esfuerzo, una voluntad, un nivel de convivencia, un despojo de prejuicios, un estado de conciencia ciudadana, bastante arrojo para poner las cosas en su lugar, una buena dosis de coherencia y otra de carácter firme, por ahí anda la receta. Si no, seguiremos desgastándonos en nada, dejándonos arrastrar con todo lo que nos distrae y nos saca de la concentración que necesitamos para adelantar, progresar, ejecutar nuestro plan de vida y poder decir que somos parte del avance de nuestro país, que al menos somos ciudadanos de calidad y que, por lo tanto, formamos a nuestros hijos para que también lo sean, pero no centrándose en sí mismos y como mucho en sus familias, sino con mística de sociedad, de nación, con deseos de sentirse útiles para poder ejercer su derecho a reclamar.

Nunca es inoportuno el momento para pensar un poco qué hemos dado a cambio de la vida, con qué retribuimos lo mucho o poco que recibimos. Perdemos mucho de nuestras fuerzas sufriendo con lo que otro goza y, a veces, (gozando con lo que otro sufre! en vez de utilizarlas para mejorar el medio en que vivimos. A veces ni respetamos el derecho a disentir que tienen las personas. Si somos escogidistas, peleamos hasta la enemistad con los liceístas. Si somos evangélicos, no dirigimos la palabra a los testigos de Jehová. En cuanto al partidarismo político, mejor sigo de largo por hoy (tregua navideña).

Tenemos un problema serio de mentalidad. Solamente somos amigos de quien nos hace un favor. Es más, creo que ni eso. De frente, nos convertimos en su esclavo. Por detrás, lo acabamos. Cual de las dos actitudes más asquerosa, menos digna. No estoy siquiera insinuando que somos todos así, pero de que abundan, abundan. Y, créanme que si nos esforzamos por ser mejores, nuestra autoestima subirá mucho, por lo tanto nuestra visión de los demás también será más sana y por ahí comenzaremos a colocar debidamente nuestro foco de atención. Entonces, podremos jugar nuestros roles con propiedad. Me dejan saber los resultados.

Un día de éstos les cuento un poco de las, digamos, estampas de dominicanos y dominicanas, las cosas que hacen, las que aguantan en su exilio económico, de todo lo que se eximen para enviar dinero ((las remesas!) a sus familiares en la República Dominicana y de vez en cuando viajar allá. Buon natale.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas