Cosette Alvarez – Más sobre la gran vida

Cosette Alvarez – Más sobre la gran vida

Parece que no hay manera de que nosotros, los dominicanos, podamos jamás hacer las cosas por el librito. A pesar de que tanto los tratados internacionales como la ley orgánica y el reglamento de las misiones diplomáticas prohiben de manera expresa que los funcionarios de las embajadas sean residentes ni ciudadanos (naturalizados, por matrimonio, por sangre o por suelo) del país receptor, ni se casen con ciudadanos de esos países, ni tengan intereses de ningún tipo en sus respectivos países receptores, a la hora de la verdad, son precisamente quienes se encuentran en una o todas las situaciones mencionadas (que componen un alto por ciento de nuestro servicio exterior) los únicos que pueden (sobre)vivir con decoro, aparte, desde luego, de quienes tienen fortuna propia y disponen de sus fondos para mantenerse firmes dentro de la inestabilidad de las llegadas de las dotaciones.

Es increíble que, por ejemplo, una diplomática soltera y sin dependientes, que lleva años en la carrera y que, por simple cuestión de estilo de vida, vive modestamente, no pueda desplazarse a pocos kilómetros de su casa porque no tiene suficiente gasolina ni dinero para comprarla, por lo que se ve obligada a pasar el Año Nuevo sola aunque le sobren invitaciones.

¡Dios Santo! Si de algo yo estaba harta era de la sozobra de que si el menudo del transporte, que si la comida, que si la presión del alquiler, que si el pago del colegio, que si esto, que si lo otro. Por eso, me lancé de cabeza y resulta que me fui de nalgas. Por favor, no se hagan ilusiones con la idea de que si el PLD gana la situación va a mejorar. Los remito a los archivos de este matutino para que recuerden que, en un momento dado, hubo prácticamente un regreso masivo de funcionarios de embajadas, porque no les pagaban. Y, conste, el PLD todavía no se ha cansado de alardear de que mantuvo el dólar estable durante su inolvidable gestión de gobierno. En en plano laboral, las frustraciones no son menos. Uno de mis planes era dar apoyo a las mujeres que son víctimas de trafico ilegal de personas y de una violencia que no sé por qué llaman doméstica si es tan salvaje. Cuando me tocó el primer caso, la historia resultó al revés. Lista para intervenir, dado que supuestamente las autoridades locales no le ponían la debida atención, me enteré de boca de la propia víctima, quien al parecer confundió mi disposición de apoyarla con complicidad, que era ella quien había despertado a todo un barrio vociferando y que había sacado, en presencia de su bebé, un cuchillo al marido, amenazándolo. A todo esto, no se imaginan el esfuerzo para entender lo que nos dicen, pues, al cabo de un tiempo en Italia, ni hablan español ni hablan italiano (no solamente los dominicanos: casi todos los hispanos).

Así, nos encontramos con el inmenso sector de los desempleados que acuden a buscar recomendaciones y en uno que otro caso nos llevamos la sorpresa de que en el empleo anterior, desde que cobraron el primer sueldo no regresaron jamás sin siquiera avisar a los patrones que contaban con sus servicios o, cuando menos, se tomaron por cuenta propia un asueto para disfrutar del dinerito recién cobrado, por lo que perdieron el empleo. Yo les creo a quienes me lo han contado porque, por un lado, la gente de estos mundos no suele mentir, pero además es una película demasiado vista como para dudar de que hagan lo mismo fuera del país.

Los miles de episodios de hombres y mujeres que se unen por intereses encontrados, por lo tanto, terminan chocando, serán material para otro día. Lo que sí está muy claro es que a todos los niveles, tanto las intenciones como los resultados son los mismos. Todos queríamos salir del país para mejorar la calidad de nuestras vidas y a todos nos salió el tiro por la culata. Quedamos todos atrapados y probablemente nuestra única salida sea regresar al punto cero, sin nada en las manos para recomenzar ni nada para mostrar como logro, así sea pequeño. Es una encrucijada. Pero, todavía podemos alegrarnos de que no estamos en Irak, ni en Irán, ni en Indonesia y, en mi caso particular, tengo que agradecer al presidente Hipólito Mejía que me tomara en cuenta al integrarme al servicio exterior y luego concederme el traslado que le solicité.

De todos modos, insisto en que no tenemos necesidad ni podemos darnos el lujo de tener embajadas, como en efecto tenemos más de una, en las que ni de pie caben los nombrados en ella. Ni debería ser aceptable que no pocos de los nombrados se queden en la República Dominicana cobrando sin trabajar; o vivan en un tercer país que no es el de origen ni el receptor, pero también cobran; o viven en el país receptor pero no se presentan a trabajar (a veces, ni a cobrar, pues lo hacen por transferencias bancarias); o quienes, asistiendo regularmente a los puestos de trabajo, no hacen ni dejan hacer. Todo eso termina perjudicando a quienes estamos en los puestos realizando el trabajo y además es un factor de mucho peso a la hora de entender por qué el presupuesto no alcanza para la nómina y se atrasan los pagos, no hablemos de nuestra imagen a los ojos del mundo.

Lo peor de todo es que, cuando leo la noticia sobre maestros cancelados por reclamar sus sueldos atrasados, justo en una Secretaría de Estado dirigida por la vicepresidenta de la República y precandidata a la presidencia, ¿qué piensan ustedes que puedo esperar para mí? Cuento con que el Canciller sea mucho más democrático. Porque, también en el periódico, que no me pagan, me han estado exluyendo de la edición interactiva, porque me quejé de los insultos de un par de lectores. Entonces, feliz año nuevo.

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