No creo que en términos de las relaciones internacionales nos quede la menor duda de que las migraciones son en tema del momento. De tanto escuchar y leer sobre ellas, decidí informarme al respecto, con tanta suerte que, en cuestión de un par de días, me pasaron bastante de cerca tres fuentes: un documental realizado por una joven dominicana estudiante de comunicación en una universidad de Miami, sobre los inmigrantes dominicanos en la Florida; un libro escrito por una norteamericana, doctora en sociología, también sobre los inmigrantes dominicanos en la Florida, y una conferencia en un recinto universitario sobre los inmigrantes hispanos en la Florida.
Es una lástima que no traje conmigo las cifras exactas después que afané tanto para obtener una copia, pero de ninguna manera puedo olvidar que los envíos de remesas de los dominicanos en los Estados Unidos a nuestro país representan el 15% del presupuesto nacional. No puedo siquiera imaginar a cuánto asciende esa cifra a la hora de sumar las remesas que llegan desde Europa y otros lugares del mundo.
Pero, si esos números son grandes, mucho más lo son aquéllos que nos indican los aportes de los inmigrantes latinoamericanos al fisco norteamericano, o estadounidense como me reclama un lector purista del lenguaje, sin contar lo que le ahorran, empezando con que, llegando la mayoría de ellos ya en edad adulta, no le cuestan nada en educación ni eventual entrenamiento, y siguiendo con la cantidad de derechos y beneficios a los que no tienen acceso o sencillamente les son negados.
Los dos párrafos anteriores son producto de varias de las exposiciones escuchadas durante la conferencia, que incluyó el espeluznante testimonio de un inmigrante oriundo de Nicaragua. Eso quizás explique un poco el auge de publicidad (periódicos y programas enteros) de tantas y tantas oficinas dedicadas a ofrecer servicios, mayormente de orientación, a los inmigrantes, por parte de lo que se dice intérpretes de una ley tan complicada y con tantas modificaciones.
Del documental y del libro, las conclusiones pueden resultar tristes: siendo tan numerosa la comunidad dominicana en la Florida (solamente en la ciudad de Miami se cuentan más de cien mil), no han logrado hacerse representar ante las instituciones del Estado, incidir en la vida estatal, por una simple falta de cohesión, de unidad, de solidaridad.
¿A qué se debe? Según ambos documentos, la razón principal es que, en general, los dominicanos residentes en la Florida no pertenecen a la clase trabajadora como en otros Estados, sino que son en su mayoría de clase media media y media alta. En buen lenguaje peledeísta (en sus tiempos de «pastores evangélicos, con la Biblia debajo del brazo», cuando ni soñaban llegar al poder), esto es ni más ni menos lo que se consideraba como un problema de clase. El caso es que se trata de un alto número de empresarios y profesionales.
Más adelante, podré dar información amplia y seguramente me atreveré a opinar, ya que es muy probable que el consulado dominicano en Miami, por lo tanto la Cancillería dominicana, por lo tanto el gobierno dominicano, auspicien la traducción al inglés para subtitular el documental mencionado más arriba, así como la traducción al español del libro también mencionado, como un aporte a nuestros inmigrantes que se quejan, con toda razón si bien no son los únicos, de no ser tomados en cuenta más que para las remesas y las elecciones.
Si fueran a pagar esos trabajos a precios del mercado actual, estaríamos hablando de una fortuna. En caso de que ambos proyectos cuajen, serán de mi responsabilidad, con lo que justifico mi salario de estos meses, o sea, sobrevivo de manera airosa hasta mejor momento, digamos cuando haya pasado el vendaval de las elecciones (el que no se puede tirar, se jondea). Estoy a tiro de picada de ojo para empezar, tan pronto me den luz verde.
Y creo que si de prensa escrita y televisión se trata, no faltará vitrina. Un día de éstos, bueno, cuando cambie la hora, pondré a la estudiante del documental al habla con ustedes, en vivo, seguramente por el Matutino Alternativo (no me he comunicado con Carmen todavía). Con la socióloga norteamericana, algo habrá que grabar, poniéndole la interpretación encima, porque su nivel de español no alcanza para radio, teléfono ni televisión (estoy pensando en un programa como Jornada Extra, aunque tampoco he dicho nada a Juan Bolívar). Pero, cuenten con eso, que un asunto de tal interés siempre es bienvenido por los productores. De la prensa escrita, como que no va a ser necesario mencionar nombres de medios ni directores, ¿verdad?
¿Qué más? Espero que hayan pasado un feliz carnaval. Hasta en Venezuela suspendieron las protestas para dar paso a la carnestolenda, así que de nosotros no se puede esperar menos. Celebremos las fiestas patrias (re)leyendo el ideario de Duarte para honrarlo, así como la historia de su vida y nos convenceremos de que todos nosotros, si quisiéramos, podríamos y deberíamos seguir su ejemplo. Recordemos que la abstinencia de la carne en la Cuaresma (sólo para católicos) quedó reducida al miércoles de ceniza, que ya pasó, y al viernes santo. De todas maneras, no tiene nada que ver con la alimentación del cuerpo, al menos, no por vía del estómago.
Ah! Si es cierto, como me dicen, que en el Banco Central se pierden las becas de estudios para universidades en Miami por falta de candidatos, quiero una para mi hija que es buena estudiante, habla inglés y ha perdido tiempo, sea para Miami Dade Community Collage o para Florida Internacional University. ¿Con quién hay que hablar? Muchas gracias. Ciao.