Los altos costos no salariales, junto con la existencia de legislaciones de salario mínimo, contribuyen a incrementar el grado de informalidad en la economía, aumentan los costos que afectan la oferta de bienes y servicios y limitan el ingreso de nuevos trabajadores al mercado laboral, principalmente de jóvenes.
El planteamiento fue hecho por economista Miguel Collado Di Franco, miembro de la Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES), quien destacó que los costos laborales altos, producto de las legislaciones existentes, representan una barrera a la entrada al mercado laboral por parte de los trabajadores. Esos altos costos laborales constituyen un castigo por partida doble a aquellos que quedan excluidos del mercado de trabajo: en adición a no obtener ingresos provenientes de un salario, el costo de la vida resulta más alto. Esto último se hace realidad porque los emprendedores enfrentan un mayor costo de producción.
Añade que la informalidad que resulta de los altos costos laborales que imponen las legislaciones actuales y del sistema tributario se refleja en bajos niveles de productividad, lo cual limita el crecimiento económico, y hace que la presión tributaria, medida sin ajustar por el tamaño del sector informal de la economía, aparente ser baja.
Collado explica que las regulaciones laborales limitan las libertades individuales de las personas, quienes son dueñas de su trabajo de ofertarlo a los empleadores. Así mismo según el análisis del economista, la existencia de costos no salariales que no guardan ninguna relación con los niveles de productividad particular de cada trabajador, ni de cada empresa o proceso productivo de que se trate, encarecen hacer negocios y aumentan los costos de vivir en el país.
Collado critica, además, que las legislaciones vigentes al respecto aumentan la complejidad de administrar una empresa e incrementan sus costos administrativos.
El segundo aspecto que afecta el mercado son los diversos salarios mínimos, los cuales varían de acuerdo al sector, pero también al tamaño de la empresa contratante.
“La distorsión que introduce el esquema de salarios mínimos se debe a que una misma persona puede percibir una remuneración más alta o más baja, dependiendo de la industria en la que se encuentre el empleador o por los activos de la empresa de este último, pero no por la productividad que aporte”, explicó.
El economista de la CREES resaltó que este problema, unido a todos los altos costos estructurales existentes en la economía, puede desincentivar la inversión privada, ya que incrementar los activos de las empresas a través de inversiones acarrea un aumento en el valor de las obligaciones laborales.
Destacó que los salarios mínimos y los costos no laborales contribuyen a la informalidad, por consecuencia a una baja productividad, que lleva su vez a que los niveles salariales sean menores a los que prevalecerían en otras condiciones de mayores inversiones de capital.