La comunicación terrestre, desde caminos vecinales primer escalón para que los productos del campo sean trasladados a los mercados locales y la exportación- hasta las carreteras troncales y puentes, representa una de las infraestructuras básicas de toda economía, y del desenvolvimiento de otros intereses de la sociedad.
Sin buenas carreteras que interconecten con fluidez las regiones, múltiples actividades productivas se encarecen haciendo que cueste más llevar y traer materias primas y productos terminados, pues con malas vías hay que buscar atajos, consumir más combustibles, perder tiempo que es oro e incurrir en mayores gastos de mantenimiento por el uso intensificado de los medios de transporte.
Resulta una noticia muy preocupante la que acaba de dar al país el secretario de Obras Públicas, ingeniero Freddy Pérez: su organismo no dispone de suficientes equipos para dar mantenimiento a las vías interprovinciales y carece de 360 millones de pesos para reparar puentes dañados por recientes lluvias.
Es decir: en el país no se toma la previsión de adquirir las herramientas y equipos que son imprescindibles para que la labor de mantenimiento en un área vital de la nación no falle. Un área que debe marchar satisfactoriamente si, como se ha dicho, constituímos una nación que es modelo de crecimiento económico.
¿Cómo se explica que si las infraestructuras de tecnologías, industrias, agricultura y pecuaria se encuentran en expansión, con índices ascendentes en inversiones locales y extranjeras, el Estado carezca de equipos elementales para conservar la calidad de una función tan imprescindible para el desarrollo, la producción y el consumo como es el transporte?
¿Y cómo es posible que bajo un Estado que tiene en marcha costosos proyectos de inversión pública (pero en áreas de influencias limitadas) amplios y dispersos sectores de producción de café, cacao, arroz y plátanos, entre otros renglones, tienen que sufrir graves inconvenientes para el tráfico de vehículos pesados a causa de puentes averiados?
II
En un territorio nacional de lluvias torrenciales probablemente en proceso de agudizarse por los trastornos globales del clima- y temporadas de huracanes de sombríos pronósticos la atención administrativa y gerencial del Estado (que acaba de declarar un crecimiento extraordinario de las recaudaciones) no puede estar concentrada en algunas áreas en las que puede notarse que los recursos abundan, en desmedro de otras más importantes. Se trataría de una situación de irracionalidad.
En República Dominicana existe un Comité Nacional de Emergencia, un organismo múltiple del que no solo forman parte la Cruz Roja, la Defensa Civil y la Secretaría de Salud. También está allí el asiento de la Secretaría de Obras Públicas. Las reuniones regulares de ese organismo deberían ser el instrumento efectivo para prever la forma de enfrentar los daños, a veces con rango de cataclismo, que causa la naturaleza en ciertos momentos del año.
Las crecidas de ríos que arrasan puentes y originan caídas de rocas sobre las rutas tienen que estar en la agenda del gobierno. El COE no puede limitar sus funciones de contingencia. Debe tener conexión con las fuentes de recursos oficiales para dotarse de flotas de equipos que puedan usarse con rapidez para conjurar la incomunicación terrestre en la geografía nacional.