Sobre el covid-19 escuchamos a gente común hablar como si fuera un miembro más de su familia y mencionarlo como creación de Dios que ha provocado más unión en el seno del hogar porque la cuarentena los obligó a conocerse mejor y compartir emotivos momentos al quedarse en casa; algunos ponen al virus como el nuevo padre de la ciencia porque obligó a los investigadores a crear aceleradamente alternativas de tratamiento y auxiliares terapéuticos como los ventiladores y sobre todo elaborar vacunas con rapidez para favorecer el control oportuno de la mortalidad general.
Pero lamentablemente la dialéctica recomienda ver el otro lado del comportamiento viral y los análisis que se han realizado: 1) Hasta hoy nadie sabe exactamente cómo ni dónde se inició la pandemia y la mayoría se conforma con la teoría del chino que se comió un murciélago; 2) Su modo de transmisión ha sido un ir y venir de suposiciones sobre contacto físico, boca, nariz, saliva, tos, aire, semen y materia fecal, sin incluir la sangre aunque una “sugerencia” surgió con datos del tipo sanguíneo; 3) No existe tratamiento eficaz; 4) En unos puede no manifestarse o ser leve y en otros durar meses con secuelas graves y muchas veces mortal y 5) Las diferentes vacunas y la abierta competencia entre fabricantes con su publicidad hacen dudar de su verdadera efectividad.
Se ha dicho que los multimillonarios más ricos del mundo han tardado solo nueve meses en recuperar la fortuna que tenían antes de la pandemia y que las personas más pobres del planeta tardarán más de una década en recuperarse, configurando una imagen de Lucifer del SARS-CoV-2.